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El aliento necesario en el momento preciso

La afición anima a su equipo FOTO: MADERO CUBERO

Rafael Ávalos

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La casta del Córdoba fue recompensada por su afición, que reaccionó cuando más falta hacía para marcar el camino del triunfo ante el Sabadell

No era sencillo el regreso a casa para el Córdoba. La presión podía pasar factura tras los dos tropiezos seguidos lejos de El Arcángel. Se notó en el inicio del encuentro ante el Sabadell. El conjunto blanquiverde salió acelerado, con prisa por obtener el premio que llega con la paciencia. Se sucedieron las imprecisiones. El equipo de Villa estaba como el videomarcador: apagado, oscuro, en negro. Y a la grada le costó asimilar esa circunstancia. Menos mal que el rival tampoco tuvo las ideas claras en el arranque. El coliseo ribereño parecía dormir por momentos, con un ligero murmullo quizá causado por la incertidumbre, por una ansiedad que unos y otros se transmitieron. El silencio se veía roto únicamente por el sector de animación del Fondo Norte. Tenía mal aspecto la tarde del reencuentro a orillas del Guadalquivir.

Casi al cuarto de hora mejoró con un latigazo. Una búsqueda de la pócima secreta de la felicidad que terminó con un claro derribo dentro del área visitante. Penalti. No dio tiempo a que Carlos Caballero tomara posición para que apareciera entre la afición la pregunta, esa pregunta. “¿Quién lo tira?”, se escuchaba por doquier. La respuesta, en el verde. El timonel del equipo se quedó con la responsabilidad. Quizá era su turno, quizá debía resarcirse Xisco. Pero el balón entró y las dudas se marcharon. Lo que importa no es el lanzador, sino que el balón bese las mallas de la portería rival. Esta vez lo hizo. Entonces sí, el estadio recobró el pulso. Sin embargo, el panorama no era todavía del todo claro. Saizar y su mano, la mano de Saizar. El vasco tuvo que actuar para evitar el mazazo, que llegó al filo del descanso en forma de tarjeta roja.

Sánchez Martínez mostró a Pedro su segunda cartulina amarilla y dejaba al Córdoba con un hombre menos para toda la segunda parte. El partido se volvía a poner como el videomarcador, que seguía en negro. El árbitro no midió por el mismo rasero dos acciones similares y el cordobesismo se lo reprochó. Tocaba remar contracorriente y se hizo. Los hombres de Villa tiraron de casta. Pusieron el “artículo 43”, Crispi dixit, sobre el mejorado césped de El Arcángel y no facilitaron las cosas al Sabadell. En la grada afloraban los nervios, más por el recuerdo del sino blanquiverde que por lo que hacía el conjunto catalán. Los blanquiverdes fueron un muro y el rival se vio obligado a buscar el empate con balones colgados. Pero las sacudidas eran cada vez mayores conforme avanzaba el tiempo.

Restaban menos de diez minutos para el final y los arlequinados apretaban. No se querían ir de vacío. Fue entonces, cuando más falta hacía, cuando más de 8.000 gargantas se unieron para conformar un solo corazón, para llenar de alma a un equipo desgastado. Brotó a borbotones el orgullo del blanco y el verde, tanto en el terreno de juego como en la grada. La afición escuchó la llamada de socorro de los suyos y reaccionó a tiempo. El coliseo ribereño, templo de sueños imposibles, vibró en un tramo final de partido en que incluso se pudo abrir brecha en el marcador, el imaginario a falta del existente en Fondo Sur. El cordobesismo dio el aliento necesario a los gladiadores de Villa en el momento preciso. La afición generó el impulso, un impulso colectivo hacia el triunfo.

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