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La intervención en el muro norte de la Mezquita, según los expertos: de un “atentado” a un proyecto necesario

Arcos tapiados en el Patio de los Naranjos

Juan Velasco

15 de junio de 2024 20:19 h

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La reapertura de los arcos del muro norte del Patio de los Naranjos de la Mezquita provoca disparidad de interpretaciones por parte de los expertos en historia, arquitectura, arqueología y patrimonio, aunque buena parte de ellos consideran impensable cualquiera de las dos soluciones que se han puesto sobre la mesa de manera incipiente en los últimos meses. 

Ni el traslado de las capillas adosadas, propuesto por el arquitecto Rafael de la Hoz, ni su retranqueo hacia dentro, que es una de las soluciones que plantea el Cabildo Catedralicio, son propuestas “aceptables” para cuatro expertos y grandes conocedores de la Mezquita de Córdoba consultados por este periódico.

Pedro Marfil, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba y arqueólogo del universal monumento durante 18 años, es contundente en su posición. “La alteración de este muro del oratorio al patio destruyendo sus valores es un atentado contra la integridad de la Mezquita Catedral”, asegura a Cordópolis.

“Plantear siquiera la posibilidad de retranquear las capillas hacia el interior del oratorio hace que mostremos nuestro mayor rechazo e indignación”, razona un especialista que conoce la Mezquita como la palma de su mano. Una reforma de esta naturaleza, en su opinión, tendría consecuencias muy “dañinas” para elementos históricos del edificio. En primer lugar, provocaría la “destrucción material” de los siglos XVI y XVII, pero también una afección negativa a los arcos de la época andalusí, tanto del emirato de Abd Al Rahmán I como de los califatos de Abd Al Rahmán III y Hisham II. 

Posibles daños a las pinturas murales originales

En las bóvedas superiores de las capillas, que él ha investigado en detalle, se conservan pinturas murales originales, que podrían sufrir daños graves. El retranqueo, a su juicio, supondría una “alteración profunda de las bóvedas de las capillas, así como de sus pavimentos”. Si es crítico con el desplazamiento limitado de las capillas para liberar los arcos del muro norte, mucho más lo es con su traslado integral a un museo. Para Pedro Marfil, esa operación sería un “despropósito impropio de este siglo”. 

Tampoco es favorable a la instalación de láminas de ágata pegadas sobre planchas de vidrio, tal como propusieron en su momento los arquitectos conservadores. Tilda esa propuesta de “otra genialidad”, que produciría un “efecto perturbador de irisaciones meladas y brillantes”. El resultado sería una “especie de fachada distorsionadora de la realidad en este parque temático para el turismo en que se está convirtiendo el casco histórico de Córdoba”. 

Pedro Marfil defiende una mínima intervención en el muro del Patio de los Naranjos. Solo bastaría, según argumenta, con eliminar el enlucido de cemento moderno, que juzga “muy poco adecuado”, para recuperar la “antigua piel” del muro, que integra pilares de la época de Felipe II. El arqueólogo e historiador del arte considera que el cerramiento del oratorio ejecutado por los obispos en el siglo XVII es una “parte fundamental en el discurso histórico” que debe ser conservado y transmitido a las generaciones futuras “de acuerdo a la legislación internacional”.

Una suma de todos los añadidos y modificaciones históricas

Una opinión análoga articula José Castillo, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Granada. “Me opongo de manera clara y rotunda a esos dos proyectos”, sostiene en relación a las soluciones barajadas por el Cabildo y Rafael de la Hoz. Castillo argumenta que la Mezquita Catedral es el “conjunto de todos los añadidos y modificaciones hechos a lo largo de la historia”. 

Y todas esas fases históricas, continúa, “deben respetarse” en un plano de igualdad. Porque todas y cada una, según reflexiona, explican fases constructivas de cada momento del edificio. “La conversión de esos espacios en capillas tiene un sentido muy claro en relación a la apropiación de la Iglesia”, arguye Castillo, “y esa es una fase histórica muy importante de la Mezquita Catedral”. 

El profesor de Granada asegura que la legislación de patrimonio es clara al respecto y lo que hace es “salvaguardar la verdad histórica del monumento”. Y la verdad histórica de la joya andalusí, explica José Castillo, es que el edificio fue construido como Mezquita pero que posteriormente se añadieron modificaciones que conforman lo que hoy es el bien cultural. “Podría argumentarse que el cierre de las capillas fue poco respetuoso y supuso una alteración de la espacialidad de la Mezquita. Pero es que esa es su historia”, aduce. 

“Si utilizamos el criterio de que damos como el elemento originario verdadero la Mezquita, todo lo posterior no tendría sentido”, declara, para añadir a continuación: “Y ya sería justificable, no solo quitar las capillas, sino también la propia Catedral”. 

Esa argumentación es “muy preocupante” porque va en contra de los principios del patrimonio cultural y de la evolución de los criterios de restauración. José Castillo defiende la “historicidad” de los monumentos y por esa razón también observa con inquietud el reiterado intento de la Iglesia por “alterar” u “ocultar” la fase primigenia de la Mezquita de Córdoba. “Todas las páginas de la historia constructiva de un monumento son importantes porque todas son representativas de cada contexto”, concluye el catedrático de la Universidad de Granada. 

Una intervención que merece la pena por problemas estructurales

Con esta misma idea está de acuerdo Alberto León, profesor de la Universidad de Córdoba y arqueólogo, que en los últimos años ha estado al frente de la excavación llevada a cabo en el Patio de los Naranjos, donde llegó hasta los restos de un enorme complejo episcopal de carácter urbano. León se muestra muy cauto a la hora de hacer una valoración de los proyectos planteados para el muro norte (“no me consta que hayan pasado de una conversación”, apostilla), no así sobre la necesidad de plantear una intervención en este espacio.

“En esa fachada sí merece la pena interventir, absolutamente, porque es un edificio con unas circunstancias muy particulares, con un desarrollo histórico muy dilatado y con problemas estructurales desde prácticamente su propio origen. Y uno de los sitios donde hubo problemas es en la fachada norte, que si uno la mira, ve no tiene una línea recta, sino que está con problemas estructurales”, reflexiona el arqueólogo, que apunta a que estos problemas son consecuencia de la propia presión generada por los arcos de las naves o de las hileras de columnas de todas las fases de la Mezquita.

Otra cosa es que se intervenga de los muros hacia adentro. Continúa León: “La posibilidad de retranquear o eliminar las capillas, en principio, que yo sepa, no se contempla bajo ningún concepto”. En cualquier caso, tampoco entiende que sean soluciones óptimas.

Porque, al igual que Castillo, a su juicio, uno de los valores del edificio es, precisamente, ser “la suma de todos los elementos” y “la síntesis de la historia de la ciudad durante todo su desarrollo”. Por tanto, no cree que tenga ningún sentido “eliminar elementos que hoy se están viendo como interesantes porque encierran cosas del propio edificio islámico”.

Con la Ley de Patrimonio en la mano

También es cauta a la hora de valorar el proyecto Ana Yáñez, jurista experta en patrimonio cultural y miembro de Icomos España. No obstante, de forma preliminar, se ciñe al artículo 20.2 de la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía que estipula que las restauraciones “respetarán las aportaciones de todas las épocas existentes”. 

Ese mismo apartado advierte de que solo se autorizará la eliminación de algún elemento siempre que quede “fundamentado” que representa una “degradación” del bien cultural y su supresión fuese necesaria para la “adecuada conservación” del monumento y conllevara una “mejor interpretación histórica”. 

Por tanto, habría que demostrar fehacientemente que las capillas están degradando el bien, explica Ana Yáñez. “Y supongo que esa es una cuestión bien polémica porque seguro que hay arquitectos que pueden fundamentar tanto una postura como la otra”, argumenta la profesora de la Universidad Complutense de Madrid.

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