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Indemnizan a una cordobesa con 199.000 euros por las secuelas sufridas tras un parto en Málaga

Nuria.

Alejandra Luque

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“Estoy viva de milagro. El día 8 de marzo celebro el Día Internacional de la Mujer y un segundo cumpleaños”. Estas palabras pertenecen a Nuria, una cordobesa de 36 años que más de 32 meses después siente “que se ha hecho justicia”. El Juzgado de Primera Instancia número 19 de Málaga -localidad en la que reside- ha fallado a su favor y tendrá que ser indemnizada con 199.316 euros por las secuelas sufridas tras un parto en un hospital privado malagueño.

Siendo titular de un seguro de salud y asistencia sanitaria prestada por Segurcaixa Adeslas, a través de Muface por ser funcionaria -en este caso, profesora-, Nuria acudió a dicho hospital el 26 de febrero de 2016 ya que se encontraba en la etapa final de su embarazo. A las 21:30 dio a luz por parto natural. Nuria describe que tanto el embarazo como el parto “fueron dos etapas normales” y que nunca tuvo ninguna anomalía médica.

“Los problemas vinieron después”, cuenta, cuando tras dar a luz “comienza a tener sensación de frío constante, acompañado de temblores”, señala la sentencia, a la que ha tenido acceso este periódico. A pesar de que trasmitió estos padecimientos al equipo médico, no le dieron importancia hasta que, de madrugada, Nuria se desmayó antes de ir al servicio. De aquel momento no recuerda nada ya que estuvo varios minutos inconscientes. Segundos después, su marido halló “un gran coágulo de sangre en el suelo” y tras el efecto de anestesia “empezó a sentir un fuerte dolor abdominal”. Le diagnosticaron un cólico nefrítico pero, al día siguiente, Nuria empezó a sentir dolores más fuertes, no podía orinar y sentía una sudoración excesiva y continua sensación de frío.

Dado que su estado no mejoró, el 28 de febrero se le prescribió un TAC que no se llegó a realizar porque estaba averiado desde días antes. Dicha prueba se sustituyó por una ecografía, que no reveló “hallazgos significativos”. Los “padecimientos” fueron tales que, según la sentencia, “durante este tiempo, las enfermeras tuvieron que cambiarle las sábanas en varias ocasiones por la excesiva sudoración”. Los “ruegos” de Nuria llevó al médico, “sin visitar a la paciente, a la realización de una analítica de sangre y de orina”, lo que arrojó unos “resultados fuera de la normalidad” y que se catalogaron como “posible apendicitis”.

Ya que dicho hospital no disponía de los medios necesarios para tratar a Nuria, fue trasladada a otro centro “después de cuatro o cinco horas esperando la ambulancia”, cuenta. Después de un traslado complicado por su estado, fue ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos e intervenida de urgencia. Se le extirparon el útero, la trompa de falopio izquierda y el ovario derecho. En este último se constató la presencia de la bacteria streptoccus pypgenes, que le causó posteriormente la necrosis de tres dedos del pie izquierdo.

Nuria explica que “durante los diez días posteriores” a esta operación estuvo en coma inducido en el que “sólo pensaba” en su hijo “y que por ello tenía que despertar”. Y lo hizo. El día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Dos días después, Nuria supo todo lo que había pasado en la operación y qué órganos le habían extirpado. Pero ella sólo pensaba en su hijo, con el que apenas pudo estar unas horas después de dar a luz. “Conocí a mi niño dos semanas después”, relata emocionada.

En la sentencia se concluye una “conducta negligente” del sistema de organización del hospital como “determinante del retraso en un diagnóstico y agravamiento del cuadro infeccioso”. Todo ello a pesar de que “el síndrome no dio muestras en todas sus manifestaciones” ya que Nuria no presentó fiebre. Incide en que “dada la alta mortalidad en los pacientes que lo padecen, es el retraso de su diagnóstico lo que provoca tales desastrosas consecuencias”. “Cabe concluir, por tanto, que hubo un fracaso de aplicación de medios diagnósticos pues aunque la enfermedad no se presentó con los síntomas habituales, dio muestras desde el primer día”, continúa la sentencia.

El tribunal señala, además, la falta de un “protocolo de actuación por parte del hospital para incidencias” como la avería del TAC “que solvente con urgencia y que se resuelva con prontitud”.

Desde la operación del 29 de febrero, Nuria se ha sometido a otras siete intervenciones por las graves secuelas, pero ha dicho que “ya no más”. Aunque reconoce que su calidad de vida ha disminuido muchísimo y ha precisado ayuda psicológica, está “viva de milagro” y quiere aprovechar esa “segunda oportunidad viviendo la vida y no en hospitales”. Esta experiencia traumática habría sido imposible de superar sin el apoyo de toda su familia, su marido y su hijo, que le dieron las fuerzas cuando ella empezó a flaquear.

Su abogado, Damián Vázquez, de la asociación El Defensor del Paciente, declara a CORDÓPOLIS que con esta sentencia “se hace justicia” por las graves secuelas de Nuria, que se agravaron aún más por la avería del TAC. “Ese hecho se sabía desde días antes a la petición de la prueba y no se dio ninguna información”, manifiesta el abogado, que afirma que la sentencia ha sido recurrida por Adeslas.

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