Ilusión de seguridad
La gestión del coronavirus en occidente me recuerda a la escena del avión de Fight Club. Si no la han visto: Edward Norton está sentado, entre adormilado y absorto en sus pensamientos -casi como todos nosotros-, y Brad Pitt, sentado junto a él, le cuestiona la ilusión de seguridad en pleno vuelo. “¿Para qué sirve una salida de emergencia a 10.000 metros de altura?”, se pregunta en alto.
A continuación, saca el plan de evacuación del avión en caso de una más que probable catástrofe y se lo muestra a su compañero de fila: “Caras inexpresivas, tranquilas, como vacas hindúes”, le dice señalándolo.
Desde que vi aquella película, cada vez que viajo en avión saco las instrucciones y compruebo, para mi tranquilidad, que las compañías no las han cambiado. Siguen en la parte de atrás de tu asiento de adelante, ocultas por una revista de viajes. Y ellos y ellas, nosotros al fin y al cabo, con el mismo rostro inerte. Con la misma ilusión de seguridad.
Así que está todo ahí, en las instrucciones para no ceder al pánico a 10.000 metros de altura. Evidentemente, Fernando Simón, el encargado de gestionar en España la crisis del coronavirus, no es Brad Pitt. Ni siquiera es Edward Norton. Fernando Simón es tan solo un experto que se parece al monologuista Mauro Muñiz pero que habla con la tranquilidad de una vaca hindú.
Y eso resulta sospechoso en unos tiempos en los que un metro de profundidad intelectual es un precipicio y en los que un minuto de reflexión es un invierno. Unos tiempos en los que no gusta que un tipo que evidentemente sabe de lo que está hablando te diga que te tomes con una pizca de calma el apocalipsis que ha pronosticado un torero en Espejo Público. En tiempos de tertulianos, las vacas hindúes ya no se fían ni del pastor.
Así que, aunque un tipo que sabe de lo que habla te diga que mantengas la calma, ¿tú qué haces? Te vas corriendo a los supermercados a hacer acopio de víveres con una bolsa de plástico en la cabeza, que es la mascarilla definitiva, pues no solo protege, también asfixia, como el propio Gobierno.
Y digo yo: Quizá sea hora de abordar el pánico de manera realista, con unas instrucciones como las que encabezan esta columna. Quizá sea hora de dibujar Mercadonas arrasados y a oportunistas que aprovechan también para arrasar Mediamarkets. Quizá sea hora de imaginar que, en mitad del saqueo, una Smart TV rota esté emitiendo el Programa de Ana Rosa Quintana.
Y, ya puestos, imaginar que un iluminado hijo de la gran puta, un estilista del caos, ponga por la megafonía del Mercadona esta canción de Björk mientras todo se va a la mierda.
Como un virus necesita un cuerpoA medida que el tejido blando se alimenta de sangreAlgún día te encontraré, el impulso está aquíComo un hongo en el tronco de un árbolA medida que la proteína transmutaToco tu piel y estoy dentro
La pareja perfecta, tu y yo
Me adapto contagiosa
Te abres, das la bienvenida
Como una llama que busca explosivos
Como la pólvora necesita una guerra
Me deleito dentro de ti, mi anfitrión eres tú
La pareja perfecta, tú y yo
No te resistes
Mi encanto cristalino
Como un virus, cazador de pacientes
Te estoy esperando, me muero de hambre por ti
Mi dulce adversario
Mi dulce adversario
Mi dulce adversario
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