El Salón Rico de Medina Azahara recupera su grandiosidad con la restauración de su fachada
“Estamos ahora interviniendo en la fachada del Salón Rico, basada en una importante obra de investigación”, manifiesta Antonio Vallejo, director del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra, mientras una cuadrilla de restauradores trabaja en los primeros metros cuadrados del restablecimiento de la portada de la que fuera sala de embajadores de la ciudad palatina, cuya principal característica era su deslumbrante arquitectura decorativa.
El objetivo de la intervención, que comenzó en enero de este año, es la recuperación completa de la fachada del edificio. “Este proyecto es uno de los más complejos de todo el Salón porque la portada es un elemento singular, es decir, no tiene un referente similar que ayude a su conocimiento, como ocurre en otras partes del edificio, y además es donde menos material original se ha conservado”, explica Vallejo.
La restauración es en esencia un proceso de reposición del ataurique o elemento decorativo vegetal, motivo predominante en el califato. Primero se colocan los fragmentos aparecidos en la excavación y, después, las piezas que se han elaborado manualmente copiando las formas decorativas de las originales. De manera que el trabajo se puede comparar a “recomponer un gran puzzle”, cuyo dibujo final es conocido gracias a más de medio siglo de investigación, catalogación y estudio de los atauriques hallados en el yacimiento.
Hay que recordar que gracias a eso “miles de fragmentos decorativos” aparecidos desde las primeras excavaciones en 1940, el arquitecto Félix Hernández, planteó la reconstrucción de la estructura arquitectónica interna del Salón para devolver a sus muros la epidermis decorativa. El punto de partida es el de un “edificio muy mutilado”, en palabras de Vallejo. Pero Félix Hernández -continua Vallejo- “sabía que, con la piel, los fragmentos decorativos, se puede llegar a conocer el edificio, al mismo tiempo, que también sabía que, para eso, se necesitaba una labor de investigación ingente”.
Los trabajos que hoy se realizan en la portada del Salón Rico son una culminación, primero, de la visión de Félix Hernández, y con posterioridad de los distintos responsables -entre los que destacar al restaurador Salvador Escobar- y los equipos de trabajo que durante más de medio siglo han realizado su contribución en este Conjunto Arqueológico de la Junta de Andalucía.
En cuanto a la recuperación ornamental de los muros del Salón, ésta se viene realizando desde que el edificio se levantó en 1950, de forma que la multitud de sistemas y criterios de intervención aplicados hasta hoy en el Salón son una muestra de la evolución de la restauración a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. “Esto es importante, porque el edificio se ha convertido también en un singular catálogo que permite analizar la historia de la restauración decorativa en nuestro país”, destaca el director de Medina Azahara.
La restauración permitirá distinguir lo original de lo añadido
La técnica de restauración empleada en la fachada del Salón Rico tiene novedades. En esencia, la técnica ya ha sido utilizada en su interior y se basa en la reposición de atauriques y en la realización de nuevas piezas mediante moldes cuando faltan las originales. Ahora se evitan las reproducciones exactas, y para ello las piezas nuevas se elaboran a partir de moldes de diferentes piezas originales.
El objetivo es simular el trabajo manual que se realizaba en el siglo X, cuando “los diferentes artesanos dibujaban, primero, y tallaban, después, los diferentes motivos decorativos”, explica Pau Soler, arquitecto redactor del proyecto de restauración.
Aunque las piezas desaparecidas van a completarse con piezas nuevas, el visitante podrá distinguir con facilidad las originales de las actuales, “ya que estas últimas presentarán un menor detalle decorativo”, puntualiza el director del Conjunto Arqueológico. De forma que, desde lejos, los elementos repetitivos como cenefas, alfices o arquivoltas permitirán obtener una visión conjunta del dibujo ornamental de la portada.
El taller de restauración está asentado en el mismo Salón Rico. “El mejor espacio de trabajo que pudiera soñar”, reconoce Maribel Gutiérrez, arqueóloga que realiza el seguimiento del proyecto, por parte del Conjunto Arqueológico. “Hasta que el ataurique se recoloca en el muro hay un viaje de largo recorrido en el tiempo”, introduce Gutiérrez. Primero, “las piezas originales se trasladan al taller para limpiarlas, neutralizar los líquenes y prepararlas. Después son ”casadas entre sí para formar los mayores grupos posibles“ y finalmente son ”devueltas al muro, en el emplazamiento previamente establecido en el plano resultado de la investigación“.
La reproducción de las piezas nuevas -continúa explicando la arqueóloga- comienza con el calco desde la original sobre acetato, luego se talla la forma en polipropileno. Y una vez que la talla pasa la supervisión técnica, se saca de ésta un molde de silicona sobre el que se vuelca un mortero especial y de ahí se obtiene una de las piezas nuevas.
Recuperando una imagen del siglo X
Es interesante destacar el tratamiento diferenciado que se produce entre las piezas originales y las nuevas en cuanto a su colocación en el muro. Las primeras se sujetan con mortero de cal, como se hacía en el siglo X, mientras que las segundas se fijan al paramento, con frecuencia, con varillas de fibra de vidrio. “Nuestra misión es asegurar que haya una lectura visual homogénea de la decoración”, concluye Gutiérrez.
Es interesante resaltar que la colocación de las piezas nuevas no es definitiva, es decir, que esta intervención “permite la modificación en el tiempo”, precisa la arqueóloga. Esto es posible porque las reproducciones se realizan con mortero, de manera que “si aparece una pieza original se puede retirar la nueva y colocar la primitiva en su sitio”, concluye.
La colocación de las piezas en la fachada
Un andamio se levanta desde hace varios meses junto a la fachada del Salón Rico. Los restauradores están reponiendo el ataurique. “Empezamos en febrero, aunque el trabajo de montar las piezas en el muro comenzó hace dos meses. Primero hubo que realizar múltiples tareas para preparar las piezas antes de colocarlas en el muro”, informa Luisa Navarro, responsable del equipo de restauradores de la empresa GARES, encargada de ejecutar el proyecto.
El equipo de la empresa GARES está compuesto por tres restauradores y dos auxiliares, cinco personas en total. Subidos al andamio, están colocando sobre el muro. Gabriel Carvajal, miembro del equipo, cuenta que “la decoración del ataurique se encuentra a diferentes niveles de profundidad debido al desigual grosor de las piezas y tenemos que ir mirando bien para darle la cota en tres dimensiones, con fallos de 2 o 3 milímetros como mucho”.
“Yo me dedico a hacer reproducciones arqueológicas”, cuenta Carvajal, “pero nunca me enfrenté a una obra tan grande”, reconoce, fascinado con su trabajo. Por su oficio conoce bien el proceso que llevan los artesanos a la hora de crear una obra de arte hasta que se consigue el resultado final, y puede asegurar que “los artesanos que trabajaron el original eran maestros, tenían cuadrillas especializadas en hacer este tipo de obras”, señala el técnico.
La unión, el enlace, entre las piezas originales y las nuevas constituye también un momento delicado de la intervención porque hay que garantizar la mejor continuidad entre los elementos decorativos que existen entre ambos tipos de piezas.
Este tipo de trabajos requiere un tiempo considerable, sobre todo al principio. “Cuánto hemos tardado, por ejemplo, en recolocar una enjuta o un salmer” -se pregunta Carvajal- “Entre situar las piezas, tomar las cotas, abrir el hueco en el muro y lograr su posición exacta, hemos tardado un par de días (---), sin contar con que a veces hay que desmontar y volver a recolocar la pieza porque pie en tierra hemos detectado una ligera desviación de su posición”, añade Carvajal.
El objetivo final del proyecto
Estamos en una ciudad palatina excepcional en el mundo porque su abandono temprano y su falta de ocupación posterior permitieron su conservación con escasas transformaciones, explica la arqueóloga, y este tipo de trabajos permite a otros investigadores “conocer los programas decorativos, los esquemas, los símbolos propios de al-Zahra y su comparación con las arquitecturas y decoraciones del resto de al-Andalus”.
“Se busca que la gente entienda que las piezas nuevas no ensombrecen a las originales y permiten contemplar una continuidad; se consigue así una imagen visual completa aunque sin caer en lo que se llamaba falso histórico, eso ya no se hace en restauración”, concluye Gutiérrez. “No es lo mismo ver un muro desnudo que ver la piel del edificio mostrando toda su grandiosidad, según fue el original”, añade Luisa Navarro, responsable de la empresa GARES.
Por su parte, Carvajal, desde el andamio, trabajando una reproducción de ataurique, nos regala uno de sus recuerdos “más fuertes” en Medina Azahara. “Los días de luna llena, cuando ésta se refleja en la alberca… Yo comienzo a trabajar a las 7 de la mañana. Recuerdo un día especial, que miré y vi la luna en el agua…, y me hizo sentir entre dos cielos, uno en la alberca y otro en el horizonte (…).
Un trabajo “laborioso”, “una obra grande” y en un “sitio envidiable”, reconocen los restauradores de esta brillante fachada de la arquitectura califal, resultado de una obra de investigación titánica sostenida durante más de medio siglo de estudio y catalogación de piezas originales extraídas del yacimiento del que fuera Salón de Abd al-Rahman III.
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