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Carmelo Casaño: “A la Iglesia no le interesa la libertad, le interesa el poder”

Carmelo Casaño | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Carmelo Casaño (Córdoba, 1933) se confiesa antes que nada un “analfabeto digital” cuando recibe la llamada de CORDÓPOLIS. Voraz lector, Carmelo Casaño escribe mucho, y lo hace a mano. Primero a boli, en un folio donde confiesa que ya ha logrado “cuadrar” la extensión de sus artículos para que no le tengan que cortar nada, y luego en una máquina de escribir. A sus 82 años, se podría pensar que estamos ante un hombre de otro tiempo, incapaz de adaptarse al cambio. Pero no, conforme avanza la conversación, el periodista descubre todo lo contrario: a un hombre con una lucidez asombrosa, una expresión concreta y exquisita y una tremenda capacidad de análisis.

Pero sí, Casaño reconoce que prefiere el formato antiguo, el que le ha llevado a escribir más de 2.000 artículos de opinión (aún sigue publicando uno en la edición dominical de Diario Córdoba) en los que ha pisado todos los charcos con la libertad, admite, que le da la edad. Ha opinado de todo lo opinable, y ha escrito de cosas en las que pocos se atrevían a entrar en unos años de supuesta liberad de expresión. Suya es, por ejemplo, la expresión “Miguelato” que muchos usaban en susurros, pero que pocos escribían.

Hubo un tiempo en que a Carmelo Casaño le gustaba escribir con pluma estilográfica. Con una estampó su firma en la Constitución Española, siendo como fue diputado por UCD entonces. Hoy, lo recuerda no con nostalgia, sino con un análisis lúcido y crítico desde Córdoba. Recibe a CORDÓPOLIS en la terraza de la histórica Butipán, un lugar mítico de la avenida del Brillante, donde habla sin prisa pero sin pausa durante más de una hora y media. Atardece y el día es agradable.

PREGUNTA. Usted es un gran lector.

RESPUESTA. Sí, sí, por supuesto. Escribo porque he leído mucho. A partir de ahí, me ha interesado esta cosa tan inútil, como se dice actualmente, como es dedicarse a la escritura, por eso de que la gente ahora lee menos. Pero en fin, sí, soy un gran lector, no cabe duda.

P. ¿Qué está leyendo ahora mismo?

R. Ahora mismo, en este mismo momento, estoy terminando la biografía de Valle Inclán que ha sido premiada [se refiere a la obra escrita por el catedrático Manuel Alberca]. Bueno, es una biografía que está bastante bien, es muy minuciosa. En España, la tradición de biografía es muy escasa, no así fuera. Por ejemplo, hay una de dos tomos sobre Faulkner que es impresionante. Se dice que la de James Joyce es también impresionante. Bueno, estas biografías muy minuciosas están muy bien. No voy a descubrir ahora que Valle Inclán era un gran escritor, pero el personaje... [ríe] El personaje era un tanto extravagante. Eso es lo que tengo ahora mismo sobre la mesa.

Ya no somos la feria de los discretos, sino la verbena

P. Más de un siglo después de Valle Inclán sigue habiendo muchos esperpentos en este país.

R. ¡Hombre! [Risas] Claro que sigue habiendo esperpentos. En Córdoba hay más. Dicen que la novela de Pío Baroja más reimpresa es precisamente La feria de los discretos. Es una cosa que para haber estado solo cinco días en la ciudad hizo una captación asombrosa. Lo lamentable de La feria de los discretos es que en la época que narra Baroja era el siglo XIX. Pero lo tremendo es que ya no somos la feria de los discretos, sino la verbena. Vamos. Que haya habido en esta ciudad durante 25 años un miguelato [se refiere a la presidencia en Cajasur de Miguel Castillejo] y que la gente se lo haya tragado es increíble, absolutamente increíble. Además, permaneciendo en los últimos lugares de la renta nacional. Esto ha sido el gran camelo del señor Castillejo Gorráiz, que estará haciendo penitencia, que falta le hace...

Que haya habido en esta ciudad durante 25 años un miguelato y que la gente se lo haya tragado es increíble

P. Sigue en activo, dando misa en la iglesia de la Merced y al frente de su Fundación.

R. Bueno, bueno, sí, misas, misas. Yo tengo una anécdota muy buena. Es muy amigo mío Tomás Egea, pintor, que me ha ilustrado alguno de mis libros. Estudió en Madrid, en la escuela de San Fernando, con Antonio López, el famoso Antonio López. De vez en cuando, Antonio López venía por Córdoba. Hace seis o siete años, vino un fin de semana a casa de Tomás Egea, y le dijo: “Oye, aquella iglesia que se quemó en Córdoba, que tenía un altar barroco...” Tomás le respondió: “Mira, la están rehaciendo. ¿Te gustaría verla?” “Pues mira, sí”. Y llegaron allí y estuvieron viendo la iglesia. Al poco de llegar salió Castillejo, que conocía a Tomás Egea. “Amigo Tomás, un abrazo. ¿Cómo estás?”. Tomás le presentó al pintor Antonio López, y cuenta que Castillejo lo cogió de las manos y le echó un latinajo tremendo [se ríe]. Entonces, se marchó. Antonio López no sabía porqué Castillejo iba vestido de paisano, con chaqueta y todo eso. Y le dijo a Tomás Egea: “Oye, ¿a quién me has presentado que parece Don Corleone?”. [Risas] La percepción del pintor nada más verlo.

Hoy día el Palacio de Viana a lo mejor está mejor administrado que estaba, pero ya no es ni de cordobeses ni de andaluces

P. El papel de la iglesia en Córdoba es digno de estudio. Han tenido una caja de ahorros que han perdido y ahora el monumento más importante de la ciudad, que es la Mezquita.

R. A la caja de ahorros es otra de las cosas a las que esta ciudad le ha dado escasa importancia. A mí que la iglesia tenga una caja de ahorros no me parece mal. Mire usted, muy bien y usted se ha estrellado. Pero es que la caja provincial de ahorros compró para la ciudad de Córdoba el Palacio de Viana. Después de todo este maremágnum resulta que el Palacio de Viana ya no está en manos ni de cordobeses ni de andaluces. Eso el orden jurídico lo pudo perfectamente soslayar. Pero se cruzaron de brazos, que salga el sol por Antequera y que se lo lleven todo. Y se lo llevaron. Hay una falsedad a la entrada del Palacio de Viana a la derecha. Allí hay una placa en azulejo que se puso el día de su inauguración: “Este palacio, propiedad de la caja provincial de ahorros, fue inaugurado por el presidente del Senado don Cecilio Valverde el día tal...” Hoy esa placa ya no existe. Una noche, Castillejo cogió y la cambió para que no apareciera la caja provincial de ahorros y pone propiedad de Cajasur. Esa placa es falsa, la quitó una noche para que desapareciera cualquier vestigio de la caja de ahorros. Es que tiene castaña. Eso es un documento público histórico. Hasta ahí llegaron. Pues hoy día, el Palacio de Viana a lo mejor está mejor administrado que estaba, pero ya no es ni de cordobeses ni de andaluces, ya sabemos de quién es. Todo eso es gracias a la magnífica gestión del Cabildo Catedralicio de Córdoba. Que dicen: “Es que los cordobeses toleraron eso”. Sí, señor. Los cordobeses toleraron eso. Pero los que debieron de ser madre y maestra, mater et magister de los cordobeses, se callaron como muertos. Cuando hay un canon en el derecho de la Iglesia que dice: “El sacerdote debe de huir de todo aquello que pudiera parecer vanidad”. [Risas] Fíjate tú, tenía tres guardaespaldas, se montaba en un coche blindado, comía en el mejor restaurante de Córdoba... Lo que pueda parecer vanidad. ¿Cómo no va a parecer vanidad? Eso está en el derecho canónigo, eso lo veían todos los obispos. Pero dame pan y dime tonto.

En la Mezquita con el euro hemos topado

P. ¿Es vanidad lo que está pasando en la Mezquita?

R. En la Mezquita con el euro hemos topado. Y es eso, no es otra cosa. Es el primer negocio y no lo van a soltar. Eso está más claro que el agua. Inventarán todo lo que haya que inventar porque es un gran negocio. Si han sido capaces de llevar a sus hermanos en religión, los religiosos del Corazón de María, hasta el Tribunal Supremo para quitárles la iglesia de San Pablo, y han perdido el pleito, ¿cómo van a dejar la gallina de los huevos de oro? Contarán una serie de historias, como las que están contando que desde el año 1994 no reciben dinero de la Junta. Bueno, verá usted, será posible, pero desde 1236 han estado ustedes recibiendo dinero del Estado, de todos los reyes de España. Ahora desde el 94 no. Pero ese año recibieron muchísimos millones que representó el arreglo de la Torre de la Catedral. Bueno, pues ahora qué han hecho: lo han abierto, ponen la mano... Mire usted, eso se hizo con dinero de los españoles, con dinero de la Junta... Al menos hagan ustedes una auditoría que nos enteremos de las cuentas. Es increíble, es increíble.

Inmatricular está en contra de la Constitución, porque es darle a los obispos la categoría de funcionarios públicos. Mire usted, ni con Franco

P. Usted es un gran jurista. ¿Qué salida le ve usted a este problema?

R. Yo le veo una salida, claro. En principio, esto no cabe duda de que el inmatricular está en contra de la Constitución, porque es darle a los obispos la categoría de funcionarios públicos. Mire usted, ni con Franco, y eso que Franco le rezaba todas las noches al brazo de Santa Teresa. Pues nada, ni siquiera con él. Por la vía constitucional estaría claro. Incluso yo entiendo que el mismo Gallardón rectificó, pero no con efectos retroactivos. Pero bueno. Si aquello era una nulidad de pleno derecho, que es la anticonstitucionalidad, entonces todos los efectos tienen que desaparecer. Y eso es una cosa que la Iglesia conoce perfectamente porque es su doctrina sobre la nulidad del matrimonio: el matrimonio se anula no porque se rompa el vínculo, sino porque no nació el vínculo. Pues lo mismo es esto. Mire usted, como esto es anticonstitucional no puede tener efectos retroactivos. Pero esto es lento, lento, lento. Aunque basta con que cuando llegó al Senado, se hubiesen admitido alguno de los recursos que presentaron los grupos políticos.

Pero todo está inventado en el mundo. En diciembre del año 1905, los franceses resolvieron esto en una ley y dijeron: que todas las grandes iglesias, Notredame, Chartres, todo el gótico francés maravilloso, todo eso es del Estado. Y el Estado se lo va a ceder a ustedes, y se lo va a ceder gratuitamente. Pero se lo cede gratuitamente siempre que sea para el cumplimiento de sus fines, no para que lo dediquen a otros negocios. Así de claro. ¿Por qué en España no hay una ley como la francesa del año 1905? Estamos hablando ya de hace más de un siglo. Es verdad que aquella ley francesa tuvo una contraprestación: en aquel momento se hizo la ley, todas las grandes iglesias francesas pertenecieron al Estado, pero, a cambio, el Estado francés dejó de nombrar obispos, que es lo mismo que hacía aquí. Bueno, yo estoy de acuerdo con nombrar obispos, que lo haga la Iglesia. Cada cual en su casa y Dios en la de todos. Aquello en Francia tuvo sus más y sus menos, pero es un tema absolutamente resuelto. El catolicismo francés es un catolicismo... bueno, ya quisiera tener el de España su categoría. Creo que después de los cardenales italianos, el mayor número son franceses. Y después ya no digamos entre los intelectuales católicos franceses [cita de memoria seis nombres]. Un elenco impresionante. Y aquí en España con proyección internacional tenemos a Julián Marías y pare usted de contar. Todos los demás, católicos practicantes con cierta proyección exterior... Vamos, no nos podemos comparar con los franceses. Y esa es la realidad de la Iglesia en España. Y no pasa nada. Yo siempre he dicho que el laicismo bien entendido es bueno. El laicismo no es decir mire usted, voy a quitar a todos los triunfos de San Rafael de Córdoba. No, eso no es laicismo, eso es una estupidez. O la Semana Santa, que es un fenómeno de cultura popular con un sustrato religioso al cual acude mucha gente. Eso es una tradición que está ahí. Pero el laicismo bien entendido es el que dice: mire usted, este es su mundo y este es el mío, y no son mundos enfrentados, sino mundos con libertades distintas. Eso, en el fondo y bien mirado, el gran beneficiario de eso es la Iglesia. Pero la Iglesia siempre ha dicho, es que cada vez tenemos menos libertad. Eso es tremendamente falso. Ahora tienen más libertad que nunca. Fíjese usted Franco, que prohibía homilías de obispos que no le gustaban. Franco prohibió hasta una encíclica, la del Papa Pío XI en contra del nazismo. Franco hacía eso y luego le echaban incienso y todo eso. Y es que la Iglesia, y esa es la gran verdad, no le interesa la libertad, lo que le interesa es el poder. Hoy la Iglesia tiene más libertad que nunca, pero tiene también menos poder que nunca. El poder de la Iglesia lo que siempre ha hecho es cambiarlo. Es lo que los clásicos llamaban un “yo te doy para que me des”. Yo te nombro a los obispos, pero tú te vas a quedar con la enseñanza. Esa ha sido siempre la compensación, la balanza... Bueno, que ya estoy hablando mucho.

El laicismo no es decir mire usted, voy a quitar a todos los triunfos de San Rafael de Córdoba. No, eso no es laicismo, eso es una estupidez

P. Con la boca abierta estoy [risas] ¿Usted tiene muchos amigos de la Iglesia en Córdoba?

R. Sí, la verdad es que sí. Pero es que yo no soy anticlerical. Yo no sé si después de la polémica de la Catedral conservo los mismos.

P. Pero le comentan algo de su postura en este tema cuando le ven.

R. No, no. A lo mejor lo dicen en privado, pero delante mía no. El mismo Antonio Gil siempre que me ve me dice: “A ver si almorzamos un día”. En principio yo no tengo nada. Además, es que yo no soy anticlerical. En ciertas sociedades el clero es absolutamente interesante e importante. Las religiones seguirán existiendo mientras haya un misterio que nadie descubra [mira al cielo]. Yo lo que no estoy de acuerdo es con otra cosa. Si ustedes tienen unos cánones, cúmplanlos. Si ustedes viven en una sociedad, cumplan las leyes sociales y paguen impuestos. No por decir misa, sino por tener un negocio. Es así de simple. Pero a pesar de ser así de simple, no se entiende. En lo de la Catedral no he entrado nunca por una cuestión antirreligiosa. No, no, no. Lo que pasa es que a mí no me cabe en la cabeza, ni me cabrá nunca, que el Partenón sea de Onassis, que las Pirámides de Egipto sean propiedad privada... Es que no me entra en la cabeza, simplemente. Además, hay una ley en España, la Ley del Patrimonio Histórico, que en el artículo 44 dice que todos los objetos históricos son bienes públicos. Estamos en una contradicción. Ahora mismo aquí escarbamos un poco y sale un capitel árabe, y eso no es del dueño de este bar, eso es un bien público. Sin embargo, todos los capiteles de la Mezquita son del obispo. Para mí la vía de solución es copiar la ley francesa de diciembre del año 1905. Ya está, solucionado el problema. Miren ustedes: todas las iglesias y grandes monumentos históricos son del Estado. Ahora bien, aquellos que tengan un carácter religioso el Estado se los cede gratuitamente a la Iglesia para que cumpla en ellos sus fines. Quédese usted con la iglesia, pero diga usted misa. Está abierto el 85% del tiempo para los turistas. Si se pone uno en la puerta de la Mezquita, han puesto como cultos de la Catedral los del Sagrario. Verá usted, el Sagrario es verdad que está dentro del espacio catedralicio, pero lo tienen ustedes acotado para que nadie salga de un sitio a otro. Luego no ponga usted como utilización sagrada de la Catedral la que hace usted de la parroquia del Sagrario. Mire usted, estoy cansado de decirlo, pero estos temas son viscerales y son muy difíciles de manejar. Yo lo que quiero es que se dediquen a dar misa en la Catedral. Un día lo dije: que quiten los turistas y que los canónigos que son 16 cada uno diga una misa en la Catedral. Es que no se puede mentir en documentos públicos como es en el Registro de la Propiedad, diciendo que en el año 1984 la Santa Iglesia Catedral de Córdoba se declaró Patrimonio de la Humanidad. ¡Es que es mentir! ¡Es que eso es falso! Y eso es mentir en un documento público.

A mí no me cabe en la cabeza, ni me cabrá nunca, que el Partenón sea de Onnasis, que las Pirámides de Egipto sean propiedad privada... Es que no me entra en la cabeza

P. Antes le pregunté por lo que leía. No sé si usted relee mucho.

R. Debería releer más y me gustaría hacerlo. Pero releo poco. En un orden teórico, hace dos o tres años me dije, creo que ya ha llegado el momento de releer, pero eso es como dejar de fumar.

El hecho del que yo me siento más orgulloso en mi vida es que en la Constitución que le devolvió la democracia a los españoles aparece mi firma

P. Se lo pregunto porque hay un libro que lleva su firma que es la Constitución. No sé si se la ha releído mucho últimamente.

R. Bueno, yo la he releído alguna vez. Pero siempre he dicho una cosa. Que aunque es por un azar histórico, el hecho del que yo me siento más orgulloso en mi vida es que en la Constitución que le devolvió la democracia a los españoles aparece mi firma. Casualmente. Es que a veces está uno en el momento equivocado. Yo no, yo estuve en el momento justo y acertado. Bueno, la Constitución creo que ha sido un gran aglutinante, lo que pasa es que hoy día todo esto de la Transición... Leí hace poco a Paul Preston, que creo que es el mejor hispanista, que decía que la Transición se hizo con grandes dificultades, con una inflación muy alta, con unos generales franquistas terribles, con ETA matando todos los días... Es que este país no se ha guiado mucho por el sentido común, pero en aquel momento floreció ese gran sentido común, que hoy día ya no existe o no existe igual. Yo tampoco soy de los fetichistas de la Constitución. Lo que no creo es que hay que mantener el error tremendo, tremendo que se hizo en Cataluña con un estatuto de nueva planta. Las cosas se pueden reformar, pero lo que no hay que hacer es un arranque melonario y empezar de cero, porque sino siempre estamos repitiendo la historia.

Aprendamos de los ingleses, que tienen una constitución consetudinaria no escrita desde el año 1212. Ahora, ¿hay que modificar la Constitución? Debió de modificarse al año siguiente. Vamos a ver, si en una clase de Derecho Político fuera de España se revisa la Constitución se pregunta qué es España, cómo está el Estado español planteado... Es lo que se llama el Estado de las Autonomías. Se podrá discutir si es algo que se acerca al federalismo, pero lo que no puede ser es una Constitución que dice que España es un Estado autonómico, en la carta Magna no figura cuáles son las autonomías. ¿Por qué? Por que en el momento en el que se hizo la Constitución lo que contiene el artículo 151 es un reglamento para obtener la autonomía. Eso hoy día no tiene sentido ninguno. Eso son normas reglamentarias que nunca debieron estar en la Constitución, pero que estuvieron, aunque eso ya es otro tema. Quizás se hizo una Constitución excesivamente prolija para que estuviera todo bien atado. Claro, hay normas constitucionales que son casi reglamentarias. Uno se lee la Constitución de la República Federal Alemana y te dice: los landers son estos, estos y estos, y están enumerados. Qué duda cabe de que eso habría que haberlo modificado en 1980. Es que no tiene sentido hacer el reglamento de una cosa que ya sucedió.

España es un país que revisa mucho. Lo que pasa es que casi nunca revisa bien

P. ¿Cómo ve usted el surgimiento de nuevos movimientos políticos en España que están revisando toda la Transición y todo lo que ocurrió después?

R. Ah, bueno, sí. España es un país que revisa mucho. Lo que pasa es que casi nunca revisa bien. Se puede decir que la Transición se hizo con muchas cortapisas. Pero es que aquí había un dictador que se murió en la cama. Hubo un dictador que se murió en la cama. Hombre, si hubiera sido derrocado el dictador, otro gallo hubiera cantado. Pero es que lo que teníamos era aquello. Tuvimos un dictador que se murió en la cama, unas cortes que se disolvieron en eso que se ha dicho que fue hacerse el harakiri, y a partir de ahí hubo que construir cosas que no diré que sean perfectas. En la política siempre se ha dicho que es el arte de lo posible, en aquel momento se llegó al máximo de lo posible. Lo que pasa es que con el transcurso del tiempo, las cosas van perdiendo dureza, van perdiendo romanticismo, van perdiendo. Y no es lo mismo un momento de entusiasmo, que después lo cotidiano. Eso ya lo decía Goethe: “Los entusiasmos no se pueden conservar en salmuera”. Y es verdad. Los entusiasmos son pasajeros, después viene la realidad.

"Los entusiasmos no se pueden conservar en salmuera". Y es verdad. Los entusiasmos son pasajeros, después viene la realidad

P. Pero hay un hecho histórico de este país en el que usted ha reflexionado mucho que sigue levantando grandes pasiones y entusiamos, como es la Guerra Civil. Las heridas, desde luego, no están cerradas. 80 años después.

R. Bueno. Creo que hay un sustrato de eso que tan mal se ha llamado siempre de las dos Españas. Pero eso está muy atemperado. No sé, pero vamos puede que haya ya 50 universidades en España. Y la tasa de analfabetismo será del 2% o algo de eso. Si nosotros nos vamos a 1936 con un analfabetismo que en la mujer llegaba al 70% estamos hablando de otro mundo y de otras cosas. También lo he escrito millones de veces, lo que pasa es que nunca me hacen caso. España es el único país de la Unión Europea que no tiene un partido de extrema derecha. Es curioso. Es el único. Hasta los ingleses lo tienen. Resulta que España es el país de Europa con la historia más reaccionaria. Mira el siglo XIX, con las guerras carlistas. Es que hay que ver la esquizofrenia de las guerras carlistas, las guerras civiles. En España, si hacemos un cálculo, la extrema derecha tiene tres millones de votos. Ahora, ¿dónde está? En el PP. No es que el PP sea un partido de extrema derecha, pero sí que contiene los votos de la extrema derecha. Eso es muy grave. Están diciendo por un lado yo el liberal y por otro lado tengo que estar cuidando tres millones de votos. Tres millones. Es lo que he dicho siempre: a mí el tema de derecha o izquierda es algo que no me ha quitado el sueño nunca. Una derecha civilizada me da igual. Lo que jamás podré votar es lo mismo que vota un señor que todos los 20 de noviembre iba a la plaza de Oriente a vitorear a Franco y a Blas Piñar. Lo que no puedo es votar lo mismo que un señor en el hall de su casa tiene una fotografía de Tejero así de grande. No, hombre, no. Y ese es el batiburrillo que tiene formado el PP. Esto ya no son opiniones: no existe en Europa un solo país donde no haya una extrema derecha diferenciada de la derecha, nada más que en España. No es porque seamos los más abiertos, sino todo lo contrario. Es un invento perverso de Fraga que lo llamaba la mayoría natural. Habría una forma facilísima del PP de quitarse eso de en medio. Es llegar al Congreso y decir: que el PP va a condenar absultamente la Guerra Civil. Con eso ya se retiraba mucha gente del tema. Verá usted, si en Francia resulta que el voto del Frente Nacional es del 20%, si eso lo traslado a España significa que el voto de la extrema derecha es de tres millones de personas. Claro, a mí me hace mucha gracia que el señor Rajoy diga que España puede caer en el extremismo de Podemos. Es verdad que Podemos es un partido extremoso, pero verá usted que la otra extrema la tiene usted en su casa. Estoy harto de decirlo, pero no me hacen caso [risas].

No es que el PP sea un partido de extrema derecha, pero sí que contiene los votos de la extrema derecha. Eso es muy grave

P. ¿Usted se considera un liberal?

R. Sí, pero la palabra liberal la tengo que usar con matices. Soy liberal como podía serlo Ortega, Marañón o Norberto Bobbio, que además fue hasta socialdemócrata italiano. Lo que pasa es que la palabra liberal está muy confundida con el liberalismo económico, que es otro tema distinto. Una cosa es liberal y otra cosa liberalismo económico, con el que yo estoy absolutamente en desacuerdo. Comprendo que al tener el mismo nombre, pueda prestarse a confusión.

P. ¿Y dónde están en España esos liberales?

R. Hombre, a lo mejor hay que buscarlos, pero alguno hay por ahí suelto. Los partidos políticos no son clubs ingleses, y ahí entra todo lo que entra. Yo recuerdo que Joaquín Garrigues Walker cuando oía hablar, no quiero decir el nombre pero diré que era Navarro, se quedaba pensando y decía: “Hay aquí cada liberal de Fuerza Nueva...” Bueno, pues sí. El liberalismo es muy sencillo de expresar a grandes rasgos. El fin nunca justifica los medios, punto uno. Y otro: es una monstruosidad pensar que el que no está conmigo, es mi enemigo.

P. Hace cinco años, en una entrevista con Aristóteles Moreno en ABC, que me he leído preparando esta, le decía que ya no le interesaba la política actual. Era el año 2010. No sé si con todo lo que ha caído desde entonces le interesa ya más.

R. No me interesa para practicarla, eso no. Yo estuve en UCD. Bueno, se puede hacer una reflexión profunda. UCD le sirvió a España. Si bien había liberales de Fuerza Nueva, el estilo de UCD no era ese. Entonces yo la política activa no, porque uno ya está para hacer papuchas, no para hacer política. Incluso pasa una cosa: un día recuerdo que Eduardo Punset cuando estaba con el CDS de Adolfo Suárez me propuso que me apuntase a ese partido. Pues mira, no, yo ya la política activa la abandoné. En realidad, y esto le pasó a mucha gente que estuvo en UCD, teníamos nuestro despacho y decíamos que esto había sido un paréntesis en nuestra vida. Yo le dije a Punset que yo tuve un partido que fue UCD y que como dijo Calvo Sotelo con mucha razón, los partidos no se pueden crear desde el poder, porque si se hace así, fracasa. Yo tuve mi partido. ¿Y sabes una cosa? Mira, este es mi llavero desde el año 1977 [Carmelo Casaño se saca del bolsillo las llaves de su casa, de las que cuelga un llavero impoluto con el histórico logo de la UCD]. Tampoco voy a exaltar aquello. Pero creo que la frase más perfecta de la Transición la dijo Julián Marías: “Aquello fue la devolución de España a los españoles”. De eso estoy yo muy orgulloso. Si después los españoles no saben hacerlo demasiado bien... Pero ya se lo devolvimos.

Yo tuve un partido que fue UCD

P. Qué diferencia hay entre los políticos de la Transición y los de ahora... Yo he entrevistado a muchos en estos años, pero cómo se expresan ustedes, cómo hablan, cómo enlazan ideas...

R. Bueno, bien, muchas gracias, eso será vejez. No, pasa una cosa. Puedo hablar desde mi experiencia personal. A mí, desde 1973 y 1974, España me empezó a preocupar. Las dictaduras tienen pocas salidas y por muchas otras cosas. Entonces empecé a leer libros de política, Rousseau... Normalmente franceses y algún alemán. No éramos demócratas, pero éramos muy demócratas de libro. Había mucha gente que leía. ¿Y usted qué es lo que quiere cuando se muera Franco? Pues mire usted, lo mismo que le pasa a mi vecino. Fuimos a la política porque creíamos que había llegado el momento. Pero no había una cantidad muy grande de gente que quisiera pervivir en la política. Hoy día, el gran problema de la política es que no se hace política para llegar a un determinado fin, sino para trepar. Eso desvirtúa mucho la política. Pero pasa una cosa: tampoco hagamos de esto una cosa muy dramática. Es que yo estuve en el momento más romántico y en el más bonito. Pero los entusiasmos no se conservan en salmuera, los entusiasmos se mueren y después llega la vida cotidiana y la realidad. Hombre, se pueden hacer más cosas. Por ejemplo, este es un país en el que nadie dimite nunca. Todo lo que tiene Rajoy montado con Bárcenas, Gürtel y todo eso tiene más envergadura que el Watergate de Richard Nixon, y ahí permanece, se va a presentar otra vez, se va a descalabrar totalmente. Y aquí nadie asume ninguna responsabilidad. Y no asumir responsabilidades es tomar a la gente por idiotas. El mundo funcionaría maravillosamente si al más desgraciado lo tratásemos como trataríamos a Rockefeller, y al más idiota, como Einstein. Así el mundo sería otra cosa.

Hoy día, el gran problema de la política es que no se hace política para llegar a un determinado fin sino para trepar

P. ¿No le pica el gusanillo por lo que va a pasar en este país?

R. No solo me preocupa, sino que ya tengo un escrito largo en el que afirmo que Rajoy no seguirá de presidente de ninguna manera. Es imposible que siga de presidente. ¿Y qué es lo que va a pasar? Las cosas se irán arreglando poco a poco, lentamente. De todas las crisis se ha salido siempre, pero dejando muchos muertos atrás. Bueno, se saldrá. No tenemos una democracia de Primera División, sino de Segunda División. Pero aún siendo de segunda, ya tiene cierto asentamiento y un cierto calado, y estamos en Europa. Marcha atrás aquí no podría haber. Lo que podría haber es algo que ha empezado a nacer, que es no el voto de la idea, sino el voto del cabreo, que es algo muy distinto. Aunque los cabreados tengan ideas, las ideas están detrás del cabreo.

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