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Auxiliadora Cabanás: “Subimos a un pedestal al paciente con cáncer y no le damos el derecho a llorar”

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Alejandra Luque

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Padecer cáncer o ver sufrir la enfermedad en un familiar o amigo ha dejado de ser una experiencia anecdótica. Las estadísticas confirman el incremento de este padecimiento, que seguirá aumentando año tras año si no cambiamos nuestros hábitos de vida. Auxiliadora Cabanás (Peñaflor, 1957) conoce en demasía esta enfermedad. Además de ser médica de familia -lleva más de 30 años ejerciendo y actualmente pasa consulta en el centro de salud de Santa Rosa-, sostiene sobre su espalda una honda experiencia personal que a veces florece en sus ojos. Hermanas, cuñadas y hasta dos sobrinas han padecido cáncer y ha sufrido la muerte de algunas de ellas.

Desde el pasado mes de diciembre afronta el duro reto de presidir en Córdoba la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), a la que quiere dar a conocer por toda la provincia. Viene con ganas de fortalecer una organización que considera vital y de nutrirse de experiencias que hoy la hacen enfrentarse a la vida de una manera muy diferente. Ha visto y sentido la muerte de tan cerca que ha acabado acostumbrándose a ella. Y a vivir sacándole a la vida hasta el último jugo. Ésa es su única y verdadera manera de existir.

P. ¿Cuál es el peor tabú que hay alrededor del cáncer?

R. Considerarlo sinónimo de muerte y tenemos que superarlo porque esta enfermedad la vamos a vencer más tarde o más temprano e, incluso, vamos a desaparecer como asociación porque no hay asociaciones contra la gripe, por ejemplo. Eso hay que superarlo y hay testimonios de muchos supervivientes, cada vez más, y sobre todo tenemos que cambiar los hábitos de riesgo por otros saludables. Así será más fácil vencerlo.

P. La campaña que habéis presentado, Llámalo cáncer, quiere romper el eufemismo con el que tratamos el cáncer al que muchas veces nos referimos como “una larga enfermedad”.

R. Toda la sociedad caemos en ese eufemismo, incluso en la rama sanitaria, donde se tiende a llamarlo como proceso oncológico o neoplasia. Muchas veces evitamos llamarlo cáncer y la verdad es que sería mucho mejor porque la afrontación empieza por llamar a las cosas por su nombre, incluso la superación. Una vez que aceptas y afrontas un término estás en vía de superación y lucha.

P. ¿Por qué ese miedo usar la palabra cáncer?

R. Mira, yo creo que es cuestión de costumbre. Toda la vida se ha dicho eso de “tengo una cosa mala” o incluso “un duende” he escuchado yo en algunos pacientes. La mortalidad del cáncer hasta hace unos años era de una incidencia tremenda, superior a cualquier otra enfermedad, pero como se está superando, cronificando o curando, hay que cambiar el concepto que se tiene del cáncer como enfermedad mala. Vamos a hacer que sea una enfermedad como las demás y vamos a acabar con ella.

P. Hay otras enfermedades muy graves y sin cura, como el alzheimer, pero a ella sí nos referimos por su nombre.

R. Efectivamente. Mira, tengo varias anécdotas: tenía una paciente que era muy hipocondríaca y tenía una cancerofobia. Contrajo un cáncer, se intervino, se curó y desde el primer momento en que le hicieron el diagnóstico siempre decía: “Tengo un cáncer”. Y ha aprendido a superarlo y a ser bastante menos hipocondríaca y lucha con muchísima más fuerza de la que tenía antes.

El peor tabú del cáncer es considerarlo sinónimo de muerte

P. ¿Cuántas veces ha visto en su consulta a pacientes con dificultades de afrontar la enfermedad por el hecho de no llamarla cáncer?

R. Muchísimas, sobre todo en la primera etapa porque el impacto del diagnóstico es muy duro y te descuadra totalmente. Sobre todo a personas que se han metido en quirófano y que no tenían toda la información de cómo podían salir de una masectomía total. Aceptar eso cuesta mucho pero una vez que se consigue es mucho más fácil de llevar y de superarlo. Las palabras definen hechos y cosas.

P. ¿Cómo afronta una médica de familia el seguimiento de un paciente con cáncer?

R. Actualmente mucho mejor que hace unos años porque hoy se habla de cáncer con esperanza, con ganas de superar la enfermedad y derrotarla, cosa que antes era difícil de conseguir. Luego, hay gente que pide ayuda y eso es fundamental. Concretamente aquí en la asociación hay un equipo de psicólogos magníficos, fisioterapetuas, trabajadoras sociales y gente con una formación muy especializada en temas oncológicos y que pueden ayudar bastante.

P. La asociación complementa a la sanidad pública.

R. Sí, incluso algunas veces ha ido por delante como pasó con los mamógrafos o los cuidados paliativos, de los que luego se hizo cargo la seguridad social.

P. ¿Qué siente ahora abanderando la organización que lo hizo posible?

R. Mucho orgullo. Además, a medida que conozco la asociación y me implico más, más me apasiona y cada día descubro un servicio más que le podemos dar a las personas que tienen cáncer y a sus familiares. Eso es muy satisfactorio. Con las instancias solidarias que tenemos todos los humanos y poder satisfacerlas de alguna manera te da mucha alegría y energía positiva.

Hoy se habla de cáncer con esperanza

P. ¿Cometemos el error de focalizar toda la atención en el paciente dejando a un lado a los familiares?

R. Probablemente y a veces la noticia y la enfermedad caen como una piedra en los familiares. He visto a pacientes superar el impacto del diagnóstico, el tratamiento y la recuperación mejor que los propios familiares. A veces están descuidados. Tú hablas de enfermedades que limitan y hay cuidadores a su alrededor y programas que dicen que hay que cuidar al cuidador para que no estén demasiado venidos abajo, pero con el cáncer se focaliza demasiado en el paciente y se cuida muy poco a los familiares y son un pilar fundamental porque su apoyo define si se va a llevar la enfermedad con entereza o no. Esa balanza la decide el familiar que está apoyando y ayudando desde muy cerca al paciente.

P. ¿Los familiares se acercan hasta la asociación para pedir ayuda?

R. Sí porque van tirando del carro y son muy vulnerables. Por mi experiencia en la consulta lo veo mucho y se me viene a la cabeza ahora mismo un caso de una pareja de unos 50 años que cada vez que viene la consulta, el hombre parece que se empequeñece. Por eso me dirijo muchas veces a él y le pregunto cómo está. Es la mujer quien le dice: “Venga, vamos”. La paciente anima muchas veces al familiar. También pienso que quizás las mujeres somos más fuertes ante la enfermedad, lo hemos demostrado a lo largo de la vida. Quizás porque afrontamos en esta vida bastantes frentes y solemos salir exitosas. Tenemos entrenamiento. Sobre todo las parejas hombres lo llevan regular y, aunque ponen toda su atención, les falta entrenamiento. Las mujeres cuando nacemos tenemos una etiqueta en la frente que pone Cuidadora y lo cuidamos todo: padre, hermanos, hijos, nietos, amigos… Y te hablo desde la experiencia personal. Las mujeres somos así: venga, donde hay que cuidar.

P. ¿Nos equivocamos calificando a los pacientes como luchadores cuando lo que realmente hacen es resistir a una enfermedad?

R. Sí, exactamente. Solemos decir: “Campeona, lucha”, pero no les dejamos manifestar sus necesidades psicológicas, su sensibilidad o una necesidad que tenemos los humanos, que es la compasión de otros. Tienen que estar manteniendo el tipo siempre como luchadores o campeones y gastan mucha energía. Con la lucha agotan tiempo y energía.

La atención se focaliza demasiado en el paciente y muy poco en los familiares

P. No se les da la posibilidad de venirse abajo.

R. No los dejamos casi nunca. Una vez, un paciente me hablaba de la soledad en la que se encontró al final al no poder hablar de su muerte, de lo que quería dejar hecho y de lo que realmente quería hacer porque todo el mundo le decía que luchara, pero a veces no damos ese campo de debilidad que es un derecho, derecho a llorar o quejarse. Los adornamos de una imagen que no les dejamos debilitarse y es bueno hacer una catarsis, decir cómo me siento, qué necesito y de qué forma puedes ayudar. Tengo una sobrina que falleció hace dos años de cáncer. Nos dio un ejemplo de vida y de muerte y antes de morir coincidió con ella en el hospital Quirón con un director de cine, Carlos Agulló, que iba a hacer un documental sobre pacientes terminales. Esta película se iba a llamar El luchador porque la primera escena era un luchador, hijo de una mujer en estado terminal. Pero cuando este director conoció a mi sobrina, que ni siquiera ella estaba incluida en el documental, le propuso salir en la película. Le escuchó una frase que decía: “Sé que un día de estos me voy a morir, pero los demás días, no”. Ella siguió con sus cooperaciones a países con necesidades, se tiró en paracaídas, pertenecía a una batucada y seguía apadrinando niños en el Tercer Mundo. Vivía a tope. Tuvo una vida muy fértil y llena. A lo mejor hay alguien que vive hasta los 100 años y no tiene ese tipo de vida. Nos dio una lección en su muerte y en su sedación nos dio ánimos a todos.

P. ¿Cómo deconstruimos este discurso?

R. Es muy difícil pero creo que hasta en eso va a influir positivamente llamar cáncer a la enfermedad. Tengo un cáncer, estoy viviendo y tengo una vida como los demás aunque pueda echar horas en radio o quimio, pero el resto de mis días son como los de una persona normal. Esto es como le digo siempre a una persona que pierde a un familiar: “Tienes derecho a tu duelo, no te voy a mandar medicación ni te voy a decir que no llores o que no te vean tus hijos llorar. Es un derecho”. Hay que ser cálido a la hora de que una persona de esta enfermedad se puede quejar, que no los montemos siempre en un pedestal y que no los dejemos luego bajarse para ser humanos, aunque sean unos campeones, que lo son, pero en eso no podemos basar la enfermedad. Lo que tenemos que darles es medios, investigar y sacar curas.

P. Además de tu sobrina, ¿has tenido más experiencias familiares?

R. Muchas. Nosotros éramos 14 hermanos y tres de mis hermanas han tenido cáncer pero están muy bien; dos sobrinas, una falleció y otra está con un ánimo fantástico; y dos cuñadas, una falleció y la otra está con radioterapia. Las estadísticas dicen que uno de cada dos hombres a lo largo de su vida va a contraer un cáncer y en las mujeres, una de cada tres. Esto es una enfermedad muy frecuente. Primero porque llegamos a muchos años y, segundo, gracias a los cribados que se están haciendo hay un diagnóstico precoz importante y eso hay que valorarlo. No es lo mismo el coste de dolor y económico de una enfermedad detectada en los primeros estados que en los últimos. Ahora mismo tenemos cribado de colorrectal, mama y de cérvix y no debemos desaprovechar esta oportunidad. Probablemente más adelante salgan cribados en otros tipos de cánceres y es importantísimo hacerlo.

La investigación tiene que estimularse mucho más

P. ¿La sociedad está cada vez más concienciada de la importancia de la detección precoz?

R. Sí.

P. ¿Cómo cambia una persona tras vivir tantos casos de cáncer?

R. El primer cáncer que hubo en mi familia fue una especie de golpe que nos dejó a todos… Estabamos los 13 hermanos esperando los resultados de la biopsia y fue un derrumbe pero la verdad es que dijimos: “Cuando salga Carmen del quirófano y se despierte, aquí tenemos que estar todos con una sonrisa y ganas de infundirle energía positiva”. Ella misma dice que el apoyo familiar había sido fundamental en su vida. Todas las familias numerosas somos muy piña y nos apoyamos a nosotros mismos y a los demás, aunque también tenemos muchos defectos. Pero es cierto que he cambiado desde el momento en que empecé a trabajar porque mis primeras experiencias con pacientes con cáncer fueron muy dolorosas. Esa coraza que dicen que se pone con el tiempo a mí no se me ha llegado a desarrollar y el sufrimiento cuando hay un diagnóstico con un mal pronóstico es muy fuerte. Si perdemos a los pacientes es una pérdida muy dolorosa porque de alguna forma el vínculo que desarrollas con ellos es para toda la vida: si los pierdes en el camino te molesta mucho y te sientes mal. Con la familia es exactamente igual. En términos generales me ha costado llamarlo cáncer y enfrentarme a la enfermedad ha sido muy duro. Luego he visto que hay además de cuidados paliativos y el sanitario tiene una labor muy importante. Ha habido ocasiones que con un diagnóstico terminal le he preguntado a los familiares si querían que su paciente estuviera en un hospital para intentar hacer algo o que muriera en casa, acompañado por ellos y con mis visitas diarias. La decisión casi siempre es que permanezca con la familia y muera en su casa y en su cama. Es durísimo cuando empiezas a ir a diario a domicilios y echas una mano.

P. La empatía del sanitario es clave.

R. Sí, como para todo en esta vida. Creo que la empatía es una cualidad positiva, hasta incluso en los saludos: si no eres empática, creas a tu alrededor una atmósfera negativa, te sientes mejor y haces sentir mejor a los demás.

Las mujeres somos más fuertes ante la enfermedad

P. En la última información que habéis dado a conocer apuntáis a 4.600 nuevos casos de tumores en la provincia durante este año. ¿Qué está pasando?

R. Llegamos a más edad, hay más diagnósticos precoces y, por último, hay muchos hábitos de riesgo. Y digo lo mismo que siempre: me dedico a la deshabituación tabáquica porque antes de ser médico de familia tuve formación en psiquiatría y la deshabituación ha sido para mí una constante. El tabaco es responsable del 30% de los cánceres en humanos y no sólo de pulmón, sino que empieza desde la boca a órganos como el páncreas. Es innumerable el número de cánceres que puede producir ya que el tabaco, además de la nicotina, lleva alquitranes, metales pesados, aditivos cancerígenos…. Es una sustancia muy tóxica. Luego, el alcohol es el responsable del 7% de los cánceres y la obesidad también está entre las causas. Son malos hábitos de los que habría que hacer campaña desde los gobiernos, la sanidad pública, la privada y las asociaciones. Si no cambiamos nuestras pautas, las estadísticas van a ser mayores. El tabaco es una droga porque cumple los tres requisitos para ser considerada como tal: crea adicción, genera tolerancia –cada vez se necesita más dosis- y provoca un síndrome de abstinencia cuando se deja. Es una droga dura y legal. En los últimos años ha habido un cambio de perfil y parece que los hombres se han concienciado más y están dejando de fumar pero las mujeres, no. Por ello, el índice de mortalidad en el hombre se estacionó y está bajando pero en la mujer no deja de crecer y cada vez son más jóvenes y de muy bajo nivel sociocultural. Se supone que si tienes la información suficiente para ver los perjuicios de fumar y los beneficios si los dejas, procesas la información, la racionalizas y dejas de fumar.

Menos mal que ya hay campañas contra el tabaco y en las películas ya no sale tanto un cigarro. Hay un estudio que dice que en el 14% del metraje de Pedro Almodóvar aparece alguna droga: alcohol, tabaco, cannabis, heroína o cocaína. Ese medio entra mucho y sobre todo en los jóvenes. Yo he sido fumadora -hace más de 20 años que lo dejé- y cuando empecé de adolescente era casi un signo de élite porque las mujeres que fumaban pertenecían a un rango intelectual destacado, como profesiones y liberales y con cultura. Nosotras empezábamos a fumar imitando esos ejemplos y modelos poque era bueno. Ahora está mal visto y mucho mejor.

Mis primeras experiencias con pacientes con cáncer fueron muy dolorosas

P. En un informe que habéis realizado hacéis mención a los costes económicos que tiene el cáncer en nuestro país: 19.300 millones de euros en España.

R. Es así. En mis talleres de deshabituación tabáquica enseño un gráfico que equipara los gastos del tabaco a una guerra, qué barbaridad. Y los costes son en general casi del 2% del PIB. Representa el 63% del presupuesto que tiene la autonomía andaluza, es mucho dinero y mucho coste de sufrimiento, dolor y enfermedad que se puede evitar. En una población que no consuma drogas y tenga hábitos saludables hay un pronóstico de diez años más de vida y con mejor calidad de vida, que es lo importante. Hay que tomar medidas más drásticas con el uso de tóxicos y aunque hoy en día casi todos los productos tienen la composición, el tabaco por ejemplo tiene 4.000 componentes de los que tan sólo se conocen 750. De estos no sólo hay nicotina, alquitrán o metales pesados, sino aditivos y adictivos para que el vínculo sea mucho más fuerte.

P. También se habla muy poco de la otra cara B del cáncer para el paciente: la pérdida del empleo o incluso de la pareja.

R. Esos son costes muy dolorosos. De hecho en el estudio se decía que el 40% del cáncer incide en pacientes activos que dejan de trabajar. Eso es una pérdida importante y si, por desgracia, sufren una muerte prematura, esa falta de ingresos para los familiares suponen un desastre. Generalmente, el cáncer evoluciona con más incidencia a más edad, pero en jóvenes también hay. A medida que tenemos más años tenemos más predisposición a padecer esta enfermedad, pero el inicio de los cánceres se puede dar desde el inicio de la vida.

P. Has llegado a la presidencia de la asociación cuando se cumplen 25 años. ¿Un reto aún más duro?

R. Sí porque me he encontrado una asociación en muy buenas condiciones y con una presidenta anterior que era todo corazón, con un carisma tremendo y a la que quiere todo el mundo. Ha sido un reto sustituirla. Por otro lado, una no quiere que esto baje su situación, sino que crezca y mejore.

No sabemos si volveremos a hacer corridas de toros

P. ¿Qué miedos afrontas?

R. Tenía miedo porque pensaba que mi trabajo no me iba a dejar una dedicación como la que quería y, sobre todo, acudir a determinadas actividades. A última hora recibí la noticia de que se me iba a facilitar en la medida de lo posible asistir a los actos, aunque hemos hecho una recolocación. Yo pretendo delegar mucho porque la junta directiva ha sido elegida de forma muy concienzuda y dije que cada uno se iba a ocupar de una parcela. Pero ahora mismo hay muchas cosas que no puedo delegar hasta que no pase un tiempo. A mí el trabajo no me asusta y como es un reto… Y si tengo dudas, lo digo y pido ayuda. Somos humanos y no podemos controlarlo todo y soy muy partidaria de pedir ayuda porque siempre habrá alguien que sepa más que tú o sepa hacerlo mejor. Espero no tener miedo. Un poco de agobio ahora, pero miedo, no (risas).

P. ¿Y cómo llegas a la asociación: experiencia personal, inquietud…?

R. Un poco por todo. Asistía a los eventos de la asociación desde hacía tiempo. Era voluntaria de la Cruz Roja y empecé a salir los lunes por la noche para la atención a los sin techo. Luego, los miércoles, para asistir a las chicas de la noche. Dejé lo de los lunes y ahora estoy en un descanso porque no puedo atender todo. Iba poco a poco intentando satisfacer la instancia solidaria de la que te hablaba antes. También he hecho cooperaciones en el extranjero en sitios desfavorecidos… Además de que el tema de los familiares me influyó, vi en la asociación la forma de satisfacer esa necesidad, me atreví a pensar que sí que podía hacerlo y mi familia me apoyó. Cuando volví de Perú llegué muy mal, más delgada, parasitada, con unas ropas… Pero muy contenta y con una cara de satisfacción increíble. Creo que aquello y estar en la asociación te alimenta el alma.

P. ¿Qué hiciste en Perú?

R. Estuve en la Amazonía Peruana, en la selva, con ocho cooperantes. Concretamente este mes se han vuelto a ir y yo no he podido. Es un proyecto de tres años que se le ocurrió a un compañero. Tenía un familiar que era misionero en Picota y le dijo que a la selva no iba nadie, que no habían visto un sanitario en su vida y que había unas necesidades increíbles. Me propuso elaborar ese proyecto, nos lo aprobaron y fuimos dos médicos, dos enfermeras, dos fisioterapeutas y dos chicos jóvenes que habían acabado la carrera en ese momento.

He cooperado en la Amazonía Peruana y eso te alimenta el alma

P. ¿Qué os encontrasteis allí?

R. Muchísima necesidad sanitaria más que de otro tipo porque muchos tienen huertos. La alimentación básica era arroz cocido pero yo iba por los caminos cogiendo agua de coco y plátanos porque estaban riquísimos. Nos picaron toda clase de insectos aunque previo al viaje nos desparasitamos por dentro. Pero al llegar a Córdoba traía unas picaduras que no me dejaban parar ni de noche de día. Al final me hicieron una biopsia y estaba parasitada. Al final, quien dio en la clave fue un cooperante africana de Camerún que estaba allí de sanitaria y le dieron un año sabático en Tolouse, en la casa madre de su orden, y este verano fui a verla porque me impacto muchísimo cuando la conocí. Cuando se lo conté me dijo: “Eso es isango”. Efectivamente fue eso. Pero ya estoy curada (risas).

P. ¿Repetirías?

R. Por supuesto que sí. Pero tenía claro que este año no me iba. Además que tampoco hay que irse tan lejos. Durante los 20 años que he estado en el barrio del Guadalquivir siento que he actuado de una forma solidaria también. De allí me llamó muchísimo la atención la fortaleza de las mujeres. Cuando tú formas a una mujer se convierte en un agente de salud y ya no sólo mejora su salud, sino la de su familia, su edificio y hasta la comunidad porque una mujer que sabe de cosas de sanidad va aconsejando a todo el mundo. Luego iniciamos talleres de relajación y a raíz de ahí empezaron a reunirse para hacer lectura, senderismo… Han hecho una asociación magnífica. Incluso estas mujeres, que eran hiperfrecuentadoras y consumidoras de sedantes o ansiolíticos, dejaron de hiperfrecuentar la consulta y de consumir. Creo que mejoró, en general, la salud de la comunidad porque se conformaron como agentes de salud y cuando eso lo hace una mujer es muy potente y puede con muchas cosas. Soy un poco feminista, no lo puedo remediar, y eso no es estar en contra de los hombres, sino que somos mitad hombre y mujeres y tenemos que vivir entendiéndonos.

No quiero prolongar mi presidencia ni 15 ni 20 años

P. Mañana inauguráis una nueva junta local en Cañete. ¿Qué papeles juegan en la asociación?

R. Un papel importantísimo y ahora que las estoy visitando me doy cuenta de la importancia que tienen a todos los niveles: humano, de patología, ayuda, ingresos… Me hablaron de concursos de tartas y les dije que me avisaran.

P. Pero para probarlas.

R. (Risas) Claro, claro, yo de jurado. No tengo mucho tiempo y no soy muy buena en la cocina. He invitado a mi casa a 13 familiares y han comido y lo hemos pasado muy bien (risas). Hasta ahora he visto a dos presidentas de las juntas locales y tengo que hacer lo mismo con los presidentes. Me han parecido mujeres fantásticas, muy valiosas y que hacen unas funciones tremendas: reuniendo mucho a la gente, organizando rifas y con ganas. Y todas lo hacen de manera altruista.

P. Hay recursos de la asociación que tal vez no se le da la difusión que merecen, como son los pisos de acogida.

R. Hay gente que son de fuera de Córdoba y tienen que darse quimio o radio y no tienen donde quedarse y se les ofrece estos pisos. Además tenemos ayudas económicas, un banco de alimentos, material ortoprotésico y talleres. Yo tenía un caso en la consulta de una mujer que estaba por los suelos, la derivé a la asociación y me la he encontrado porque viene al taller de sevillanas y ya se ha ofrecido voluntaria para costura. La asociación tiene muchos más servicios de los que se piensa, por eso quiero llegar a todos los rincones y clases sociales. El objetivo es beneficiar a cuanta más gente, mejor, esté donde esté.

Me he encontrado una asociación en muy buenas condiciones

P. Sobre la recaudación de fondos siempre ha habido un polémica en torno a las corridas de toros como fuente de financiación. Ya el año pasado en Córdoba no se realizó. ¿Han quedado desterradas?

R. Si una corrida de toros dejase muchísimos ingresos y beneficiara a la asociación hasta el punto de ser un extra maravilloso, creo que se haría. Entiendo la polémica y yo tengo mi postura, pero me la guardo. Puesta en el lugar en el que estoy, si cualquier festejo puede dar mucho dinero, creo que se haría. He llegado en un momento en que no se hacía y desconozco por qué se hizo.

P. El debate está en recurrir o no al maltrato animal para una causa como ésta.

R. Entiendo la polémica, de verdad. De momento no sabemos si volveremos a hacer corridas de toros.

P. ¿Por dónde pasa la investigación en el cáncer?

R. Tiene que ir por el objetivo de curar pero la investigación es muy corta porque tiene muy pocos medios. Esta asociación contribuye con un 19% de los ingresos y se ha creado una beca para tres años de 21.000 euros anuales pero todavía se queda muy corto. La investigación tiene que estimularse mucho más porque los logros sólo se consiguen así y los investigadores no pueden seguir adelante sin fondos. Tengo una sobrina que estaba en EEUU y se vino a Málaga para trabajar en la línea de cáncer urológico y ahora no tiene asegurado su puesto. Todas las instituciones públicas y privadas deben dar fondos a la investigación.

P. ¿Ha puesto fecha de caducidad a su presidencia o ni lo contempla?

R. En principio quiero estar cuatro años.

P. Una legislatura.

R. (Risas) Eso. Evaluar cómo han ido las cosas e incluso yo misma. Y si se pueden seguir cuatro años más, pues vale. Desde luego lo que no quiero hacer es prolongar mi presidencia ni 15 ni 20 años porque la asociación necesita savia nueva de vez en cuando. Hay que renovar e innovar por muy bien que vayan las cosas. Creo que siempre hay que dar la oportunidad a que venga gente con nuevas ideas y muchas ganas.

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