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La Carlota: donde los alemanes dieron vida a un pueblo para proteger el Camino Real

La Carlota

Alejandra Luque

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En La Carlota, un pueblo de Córdoba ubicado a poco más de 30 kilómetros de la capital, más de 2.000 vecinos tienen todavía apellidos extranjeros, principalmente de Alemania. Aunque también los hay de Francia y Suiza. El origen de tan curioso dato lo encontramos en 1.764, cuando el rey Carlos III quiso que colonos de Centroeuropa llegaran hasta estas tierras con el fin de proteger el Camino Real, la antigua Nacional IV que atraviesa el municipio.

Más de 250 años después de este momento histórico, el municipio levantó el Centro de Interpretación de las Nuevas Poblaciones, ubicado en la misma plaza donde se encuentra la iglesia, antigua sede de la subdelegación. Dividido en dos plantas, el museo cuenta a vecinos y foráneos la historia de la creación de este pueblo; un relato en voz de un matrimonio alemán que va guiando al visitante por las distintas salas.

En el siglo XVIII, el rey Carlos III promulgó el Fuero de Población mediante el cual creó las Nuevas Poblaciones, siendo La Carlota la capital de las colonias de Andalucía mientras que las colonias de Sierra Morena tenían su capital en La Carolina. Leyendas a un lado, el municipio recibió esta denominación por el nombre del rey y no por una hija, como popularmente se ha creído.

La colonización de esta zona de Córdoba para proteger de bandoleros y asaltantes la principal vía de comunicación tuvo su primera semilla en 1757, cuando una Real Cédula dejó constancia de todo el material del que había que proveer a las familias colonas para que pudieran empezar una nueva vida en La Carlota. El aprovisionamiento no consistió únicamente en herramientas de labranza, sino que los colonos también debían contar con animales –“dos vacas, cinco ovejas, cinco cabras, cinco gallinas, un gallo y una cerda”- además de granos y legumbres “para el primer año de subsistencia y sementera”. Asimismo, el Fuero de Población estipuló que cada familia debía contar con lotes de tierra –las denominadas “suertes”- donde se les facilitaba la construcción de una vivienda.

La organización propia de La Carlota aparecía también en este documento, que recogía los “departamentos” que se debían levantar alrededor del municipio. En total se crearon diez que hoy corresponden con las distintas aldeas que circundan a este municipio de Córdoba: Aldea Quintana, La Chica Carlota, El arrecife, La Paz, Monte, Los Algarbes, El Garabato, Las Pinedas y Fuencubierta. Pero, ¿cómo llegaron los colonos?

En el proceso de colonización, la figura de Johann Kaspar Thürriegel, teniente coronel bávaro, fue importantísima. Consiguió llegar hasta la Corte Real española y le propuso la introducción de hasta 6.000 colonos alemanes y flamencos. A cambio de cada colono introducido en esta tierra, recibiría una compensación de 326 reales de vellón y el nombramiento de Coronel de los ejércitos españoles. A pesar de la dureza del trayecto –que duraba más de dos meses y buena parte del recorrido se hacía andando- familias procedentes de Alemania, Francia, Italia y Suiza llegaron hasta La Carlota. El rey no quería despoblar el país por lo que la campaña de información se extendió por toda Centroeuropa, provocando cierta animadversión del resto de coronas hacia Thürriegel.

Hubo también una segunda persona encargada de reclutar colonos: Joseph Anton Jauch, a quien Carlos III aprobó una contrata para traer a 100 familias suizas. Los primeros 2.000 colonos que llegaron a La Carlota procedían de regiones como Alsacia, el Principado de SalmSalm o Baden-Württemberg. Aquellas familias extranjeras fueron los fundadores de la colonia y de ellos han llegado apellidos, tradiciones costumbres peculiares, como los huevos de Pascua.

Al final del recorrido por el museo, el visitante descubre que algunos españoles sí acabaron asentados como colonos en La Carlota. Según el registro oficial, en 1769 había 20 colonos españoles asentados de los que, en su mayoría, procedían de Alicante. Esta fue la única vez que el rey rompió la excepción sobre el origen que debían tener los colonos aunque, eso sí, no podían ser de Córdoba, Jaén, Sevilla o La Mancha para evitar despoblar esas zonas.

Hoy día, rara es la familia que no cuenta con apellidos extranjeros o con familiares muy cercanos a aquellos colonos que en el siglo XVIII dieron vida a un pueblo; aquellos que yacen en el cementerio del pueblo, considerado el más antiguo de España.

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