Pasillo de honor a un Barça al que quieren aquí abajo
Más de un millar de seguidores azulgranas se apiñan en la llegada del equipo al hotel para vitorear a sus ídolos
Dentro de unas horas, si no media un milagro, el Barcelona mandará al Córdoba a Segunda. Esa cuestión parecía importar bien poco a los aficionados que se congregaron en las inmediaciones del hotel Eurostar Palace para recibir a la expedición azulgrana. El fútbol tiene estas cosas. La emoción por ver cerca a sus ídolos provocó escenas de todo tipo: hubo tanto lágrimas de orgullo como episodios de histerismo juvenil. Señores talluditos ataviados con prendas de tiempos no necesariamente mejores -se detectó alguna camiseta Meyba-, padres de familia con niños, muchos adolescentes, chicas que ponían ojitos a unos jugadores que pasaban mayormente con prisas, con sus auriculares puestos y saludos mecánicos, y cazadores de autógrafos cuya tenacidad en la marca ya querrían para sí algunos defensas de ciertos equipos componían la estampa en la llegada del Barça. Pero nadie firmó. Lo que se podía esperar. Lo de siempre en casi cualquier sitio del Sur. A este club lo quieren mucho aquí abajo.
El equipo llegó en autobús desde Sevilla, donde había aterrizado su vuelo sobre las siete y media de la tarde. Pasadas las nueve, con el gentío ya impaciente después de que algunos esperaran varias horas, el vehículo oficial del Barça se acercó y el personal explotó. Los jugadores fueron saliendo del interior del bus en el clásico ritual. Unos metros para lanzar unas cuantas sonrisas, tocar alguna mano y cruzar raudos las puertas del hotel. Esos breves segundos serán lo único que verán muchísimos de los allí congregados a las estrellas culés. Lo de Messi, Suárez y Neymar fue de locura. A Luis Enrique también le va la marcha. Como a Piqué, al que siempre le dan recuerdos para su esposa, Shaquira. Aquí, de muy buenas maneras.
Podría decirse que había pocos -por no decir casi ninguno- con aspecto de ser socio del Córdoba. Quizá ni tan siquiera simpatizante. Lo de ir mañana al estadio es algo impensable para la mayoría. No está la economía para dispendios y los precios, entre los 70 y los 125 euros, se escapan del alcance de los chavales que se desgañitaban ante el apresurado desfile de los astros blaugranas. Al menos los tuvieron cerca, a unos metros de distancia. Sin balón, pero es lo que hay. A todos les quedará la televisión, el recuerdo y la vaga esperanza de que ésa experiencia no fuera la última. En Córdoba, desde luego, tardarán un tiempo en poder repetirla. Esos mismos a los que aplaudieron firmarán la salida de Primera División del club blanquiverde.
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