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El mejor de los peores o cómo depender de uno mismo

Los blanquiverdes celebran el gol ante el Barcelona B en El Arcángel | ÁLEX GALLEGOS

Paco Merino

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A día de hoy, un vistazo a la clasificación lanza un mensaje en trazo grueso: hay tres desahuciados. El Córdoba (19 puntos), el Sevilla Atlético (16) y el Lorca (16). El cuarto puesto de descenso lo ocupa la Cultural Leonesa, que suma 29 puntos. Las cosas, como son. “Nos beneficia que nos miren como un adversario fácil de batir”, dejó caer el otro día el secretario técnico, Daniel López Ramos, a propósito de un equipo blanquiverde que lleva incómodamente instalado en el furgón de cola desde hace varios meses. Sus compañeros llevan incluso más. El filial sevillista, desde el principio; el Lorca, que fue líder circunstancial en la jornada uno, es ahora el colista. La cuestión es que el Córdoba anda ahora descolgado y sin poder evitar que los vecinos lo vean con conmiseración. Consciente de que tendrá que sufrir hasta el último momento, el club blanquiverde fantasea con un escenario propicio: ganar crédito como aspirante -lo que pasa por sumar más puntos- y codearse con el buen puñado de equipos que tienen la posibilidad de descenso como una amenaza real. En resumidas cuentas, convertirse en el mejor de los peores. ¿Será capaz de conseguirlo?

Tal y como se vislumbra el panorama en este mes de febrero, hasta una decena de equipos están implicados en una guerra cruenta por no ocupar las últimas plazas. López Ramos también recordó un fenómeno que se produce con cierta frecuencia en Segunda División: equipos que no han catado los cuatro últimos puestos en todo el curso pueden acabar comidos por la presión y desplomarse ante lo inesperado. Si uno va a pelear por salvar el pellejo, mejor que lo sepa, lo asuma y sea consecuente. A los que les viene como un daño colateral e inesperado les suele ir peor. El Córdoba sintió esa sensación el año pasado, con un equipo que venía de jugar play off de ascenso a Primera y que se vio tocando puestos de descenso a Segunda B por primera vez desde hacía varios años. Pasó miedo, pero acabó arreglándolo en la penúltima jornada. A otros no les salieron las cosas. Acuérdense del Elche.

Lo de esta temporada es, desde luego, bastante peor. El Córdoba salió con un objetivo difuso, un estilo a contracorriente y convulsiones internas -y externas- que derivaron en una trayectoria deportiva desquiciante. Ahora todo el mundo lo tiene claro. Los que llegaron -desde el palco hasta el césped- y los futbolistas que se quedaron, a quienes se les pide estar al “doscientos por cien”. Muchos han apostado por la permanencia en el sentido más estricto del término: invirtieron dinero en un seguro que les pagará -con altísimos intereses- si se garantiza la continuidad en Segunda.

Quedan 17 partidos por delante. En Tenerife, el Córdoba tratará de quebrar una racha calamitosa: 4 puntos fuera de casa, con una sola victoria -ante el Albacete el 24 de agosto del año pasado- y un empate sufridísimo en casa del filial del Sevilla. En las ocho salidas debe mejorar de un modo drástico. En casa, donde le aguardan nueve citas, perdió el paso con la derrota ante el filial del Barcelona por 1-2. Por delante de los tres últimos hay una brigada de nueve equipos apiñados en tres puntos. Desde el Albacete Balompié, décimoprimero, con 32 puntos, hasta la Leonesa, con 29, se encuentran metidos Zaragoza (31), Barcelona (30), Alcorcón (30), Almería (30), Tenerife (30), Reus (30) y Nástic (29). El mejor escenario imaginable es llegar a las últimas jornadas con opciones matemáticas razonables. Depender de los propios resultados sin tener que esperar carambolas externas sería poco menos que el paraíso. Por él suspira -y trabaja en la medida de sus posibilidades- un Córdoba que va con mucho atraso.

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