Una de fútbol ficción: tres preguntas en el aire
La eliminación del conjunto blanquiverde en las semifinales del ‘play off' ha dejado algunos interrogantes entre el cordobesismo | Las críticas apuntan más a los despachos que al césped
Dos días después del mal trago en Montilivi, el pulso en el cordobesismo viene a confirmar -siempre hay excepciones más viscerales- que el desenlace de la campaña blanquiverde no se ha tomado como un suceso dramático o irreparable. De hecho, se respira una sensación de continuidad que no resulta nada desagradable teniendo en cuenta que lo habitual en esta casa -no ahora, sino siempre- es, cuando los objetivos no se cumplen, derribar todo el edificio y empezar a construír desde cero. A día de hoy, con los pilares de la estructura deportiva atornillados -Emilio Vega en la dirección deportiva, José Luis Oltra en el banquillo y Luis Miguel Carrión en el filial recién ascendido a Segunda B-, la única incertidumbre reside en saber si Carlos González, dueño del paquete accionarial mayoritario, va a realizar algún movimiento.
El mandatario ha recalcado en sus últimas comparecencias públicas -la principal, en una entrevista en Cordópolis- que no tiene la intención de vender el club. Incluso dejó en suspenso su anunciada decisión de dar un paso al lado en la presidencia y dejar el cargo a un sucesor cuya identidad -todo apunta a su hijo Alejandro González- no desveló. En cualquier caso, el cordobesismo desgrana los días haciéndose preguntas sobre lo que pudo ser y no fue mientras observa cómo Girona y Osasuna se pelean por esa tercera plaza de ascenso a Primera que pudo ser suya.
¿Ha sido un fracaso la temporada?
El objetivo era ascender a Primera División y no se consiguió. Durante dos tercios del campeonato, el Córdoba estuvo en posición de ascenso directo -y líder en diciembre- y nunca bajó de las seis primeras plazas. La posibilidad de ascenso directo fue algo más que un sueño, sobre todo porque el nivel de los adversarios no era superior al de los blanquiverdes. Al final, el Alavés y el Leganés, dos conjuntos con pasado muy reciente en Segunda B, están ya en Primera División. La otra plaza hacia la élite se la disputan Osasuna y Girona, al que los de Oltra ganaron tres de los cuatro partidos que disputaron en el curso… perdiendo el decisivo. A falta de nueve minutos, el equipo estaba clasificado.
El hecho de haber llegado hasta ahí, con ser frustrante, rebaja el nivel de dramatismo del desenlace. Clubes con potentes presupuestos como el Zaragoza, el Mallorca, el Almería ni siquiera tuvieron la opción y en el caso de baleares y andaluces, se salvaron del descenso en las últimas jornadas.
¿Era necesario reforzar al equipo en el mercado invernal?
El debate se suscitó pronto, a la vista de la composición del plantel, y se recrudeció con el desplome en la segunda vuelta. Las carencias se notaron especialmente en la retaguardia, donde jugó todo el curso como lateral derecho el habitual central Stankevicius -un prodigio de honradez y compromiso, más allá de su rendimiento- ante el fiasco de Dalmau, que llegó a última hora cuando se frustró el fichaje del cordobés Fernández, que se fue al Oviedo. Stanke, Deivid, Rodas y Cisma fue el cuarteto habitual y con el que se consiguieron los mejores réditos, con Razak -muy irregular el ghanés- como titular en la portería.
En cuando se produjeron contratiempos -lesiones, sanciones, picos de forma física…- en la zaga llegaron los problemas. Abel Moreno, Rafa Gálvez o Bijimine taparon agujeros, pero se echó de menos un mayor fondo de armario para un aspirante al ascenso que contaba, además, con la línea de ataque más poderosa de todo el campeonato: Florin, Fidel y Xisco. Se sabía que el rumano iba a ser baja en los últimos partidos y un hipotético play off, aunque el club estimó que no hacía falta buscarle un recambio. De hecho, Carlos González declaró públicamente que no se realizó ninguna contratación en el mercado invernal porque los técnicos no lo consideraron necesario. Al final, sólo llegó un fichaje: el polivalente Eddy Silvestre, internacional por Azerbaiyán y natural de Roquetas, cuya aportación no fue en absoluto determinante.
El Girona, que se movía por la zona media-baja de la tabla, dio un salto con los fichajes invernales y se convirtió en el mejor conjunto de la segunda vuelta antes de eliminar a un Córdoba que llegó a esta fase de competición destrozado por las lesiones de pilares importantes -Markovic, Ríos…- y con la mayor parte del equipo físicamente fundido.
¿Qué ocurrió para que el equipo se desplomara en El Arcángel?
Que el Córdoba encadenara en El Arcángel la peor racha de derrotas de su historia en Segunda División, seis, fue un hecho determinante para que los blanquiverdes se cayeran de la lucha por el ascenso directo. “Eso nos condenó”, reconoció José Luis Oltra, que durante ese periodo realizó modificaciones permanentes en el equipo en búsqueda de una fórmula que detuviera la sangría. Los goles -además de otros muchos aspectos, desde la defensa al liderazgo- de Florin Andone sostuvieron a un conjunto que fue durante muchos partidos un auténtico coladero. De hecho, terminó como uno de los más goleados de la categoría. Los vaivenes en las alineaciones, el crecimiento de los rivales directos en la clasificación y la pérdida de las rentas de la mejor primera vuelta de la historia del club (39 puntos) generaron una situación de nervios generalizados. La figura de Oltra llegó a estar cuestionada. En un acelerón final, el Córdoba logró dos victorias lejos de casa en una semana (Mirandés y Mallorca) que le permitieron agarrarse al quinto puesto con un empate ante el Almería que le sirvió para sellar el billete para el viaje apasionante. Lo bajaron del carrusel en la segunda parada. La afición se lo tomó con resignación y las críticas apuntaron más a los despachos -presidente y director deportivo, especialmente- que hacia la plantilla de jugadores y el técnico, José Luis Oltra, exculpado por la mayor parte de la afición del final torcido del campeonato. El valenciano llegó a emocionarse con esta circunstancia, inédita en El Arcángel.
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