El año de apariencia infinita: de la adversidad a la ilusión
Comienzan a contarse las horas más que los días. El presente año está a punto de ser pasado. Poco, muy poco resta para que suceda. Y en esta ocasión parece mentira tras todo lo vivido en doce meses que parecieran eternos. La pandemia de Covid-19, con un período de confinamiento total y la entrada en una normalidad desconocida, genera cierta desubicación. Aun así, todo lo que tiene principio, como siempre, encuentra su final. De 2020 se aproxima el desenlace, de una vez por todas deben pensar muchos si no todos. Mientras cae la persiana para levantar una nueva corresponde realizar el habitual balance, que suele hacerse en todos los ámbitos de la vida. No es menos el Córdoba, que dadas las circunstancias necesita un par de informes anuales. Uno es el deportivo, lógicamente, y en éste la historia casi se repite en relación a otras etapas de la entidad. Básicamente porque el conjunto blanquiverde sufre otra decepción antes de regenerar su esperanza. Quizá éste sea el mejor resumen de una época que dejara la modificación absoluta de la estructura técnica y que sin embargo no trajera cambios en cuanto a la realidad del banquillo: dos entrenadores pueden dar fe.
Retoques profundos en enero
El año que ahora termina arrancó como es habitual. No sólo en El Arcángel. De nuevo era momento de mirar al mercado invernal con el fin de reforzar una plantilla que no conseguía establecerse entre las cuatro primeras plazas del Grupo IV de Segunda B. Sin embargo, esta vez se produjo más una redefinición de proyecto. Ocurrió además a gran escala, con retoques más profundos de los acostumbrados. Al frente del club se encontraba desde el 5 de diciembre de 2019 Unión Futbolística Cordobesa (UFC), una sociedad anónima deportiva (SAD) a través de la cual el fondo de inversión de Baréin Infinity se hizo con la propiedad. La intención de los nuevos gestores era modificar la estructura técnica y no tardó en empezar a cumplirse. Ya el segundo día de 2020 el Córdoba anunció e incluso presentó a Miguel Valenzuela, Juan Gutiérrez Juanito y David Ortega como nuevo asesor deportivo, director deportivo y director de cantera respectivamente. Alfonso Serrano quedaba relegado a un segundo plano.
Con todo, la renovación del área técnica no terminó hasta meses después. En materia de movimientos de futbolistas, el cuadro califal intervino en el mercado con intensidad, como suele hacer. Todavía con una extraña bicefalia en los despachos, la entidad optó por cerrar siete incorporaciones, si bien una de ellas correspondía a Luis Garrido, que había firmado en verano pero no tenía ficha. La operación llegada supuso que hubiera también salidas, de forma que se activó una vez más la puerta giratoria. Abandonaron la disciplina blanquiverde, bajo distintas fórmulas, diez jugadores. Pese al esfuerzo por reconducir la situación y alcanzar al menos el primer objetivo, que no era otro que una plaza en el play off a Segunda A, la pretendida solución no fue tal. Aunque nunca se sabrá si sucedió así a ciencia cierta, ya que las competiciones se paralizaron en marzo tras la irrupción del Covid-19 en España -como en el resto del mundo-.
Dos derrotas, una destitución y un final inesperado
A las órdenes de Raúl Agné, que se había hecho cargo del equipo unos meses antes tras la salida de Enrique Martín, el cuadro califal pareció tomar la senda correcta y en febrero alcanzó al fin un puesto de promoción. Pero después se puso una zancadilla a sí mismo y cerró con sendas derrotas dos encuentros consecutivos en El Arcángel. El mes de marzo arrancó con un sonado tropiezo ante un Algeciras en zona de descenso y prosiguió con un baño de realidad -por la diferencia habida más de capacidad que de potencial- ante el Cartagena (0-2). El Córdoba cayó a la quinta posición y el consejo de administración decidió acometer un relevo en el banquillo. Apostó en ese instante por Juan Sabas, que debía llevar al conjunto blanquiverde a la pugna por el ascenso en las diez jornadas que restaban. No pudo siquiera intentarlo pues a las dos sesiones de trabajo la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) solicitó la suspensión de los entrenamientos y la entidad tomó dicha medida. El 14 de marzo el Gobierno decretó el estado de alarma por segunda vez desde 1977 y todo terminó de forma prematura a la par que inesperada. La pandemia de Covid-19 provocó primero la anulación temporal de todos los campeonatos -de todas las disciplinas- y después la cancelación plena a excepción de los cursos de Primera y Segunda.
La problemática fue importante para la RFEF, que había de decidir qué hacía con los ascensos y descensos. En un dictamen salomónico organizó un play off exprés con los conjuntos situados en zona de promoción hasta el 8 de marzo y suprimió ipso facto las pérdidas de categoría. Esta medida significó que, definitivamente, el Córdoba no tenía opción de luchar por el salto a Segunda A. Además, el club se vio obligado a tramitar un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) mientras tomaba firmeza jurídica, por cierto, la venta de la unidad productiva de la SAD original a UFC. De fútbol no se supo más hasta agosto, cuando el conjunto blanquiverde inició la pretemporada más larga de su historia. Al frente de la plantilla, muy renovada, seguía Juan Sabas, al que se quiso dar la oportunidad que no tuvo a su llegada. Renovación mediante sin haber debutado, eso sí.
Finalizada la reestructuración, comienza el baile
Inactividad total fue lo que existió desde marzo hasta agosto, en unas semanas y unos meses que tomaban apariencia de infinitos. Durante este período lo más relevante fue la conclusión de la reestructuración en el área técnica de la entidad. Primero, en abril cobró forma oficial el despido de Alfonso Serrano. La salida del pucelano, que llegó al Córdoba como director deportivo de la mano de Jesús León, era un secreto a voces desde enero y una realidad a falta de confirmación desde marzo. En junio, cuando ya era posible salir de casa y efectuar determinados actos, reapareció para dar una rueda de prensa, despedirse y advertir de medidas judiciales. A comienzos de mayo el ciclo se cerró con el adiós también del secretario técnico del vallisoletano, Jorge Rodríguez de Cózar. Era el definitivo punto de partida de la nueva era con Miguel Valenzuela en la dirección general deportiva y una parcela deportiva muy distinta. El organigrama, sin embargo, no se conoció hasta tiempo después.
De un inicio brillante a más días de frustración
Armada una plantilla de garantías, el Córdoba arrancó un nuevo periplo en Segunda B. Esta vez el objetivo era más una obligación, una exigencia impuesta a sí mismo por el club. No cabía otra posibilidad que pensar en el ascenso a Segunda A, y tanto era así que se hablaba sin tapujos de fracaso en caso de no conseguirlo. Mientras, la división de bronce variaba por completo, con cinco grupos divididos en otros dos cada uno y un total de 102 equipos, con fases y más fases. Pese a todo, el discurso se mantenía sin cambios y la ilusión, e incluso el optimismo, creció gracias a un inicio de campaña realmente brillante. Los blanquiverdes obtuvieron seis puntos en sus dos primeros partidos, con un triunfo ajustado ante el Lorca Deportiva (1-0) y otro más holgado en Yecla (1-3). Pero no iba a resultar tan fácil.
Muy cerca estuvo el cuadro califal de comenzar con tres victorias pero un tanto en la última jornada en su visita al Recreativo Granada (1-1), que no había tenido ocasión de competir por la incidencia de Covid-19, marcó un punto de inflexión. Antes cerró con empate su gran duelo por el liderato ante el UCAM Murcia (0-0). Después, el Córdoba tampoco ganó en los dos siguientes encuentros. No sólo eso sino que perdió en ambos. El conjunto blanquiverde sufrió un clarísimo declive tanto en juego como en resultados, cedió ante el Sevilla Atlético (1-2) y el Linares Deportivo (2-0) y se alejó de las tres primeras posiciones que otorgan el pase a un segundo tramo liguero destinado a luchar por una plaza en el play off, de nuevo exprés. El ambiente se llenó otra vez de una frustración de sobra conocida por estos lares y el consejo de administración optó por volver a encender la trituradora de la que en su día habló Fernando Castro Santos. Juan Sabas fue destituido a inicios de diciembre.
Pablo Alfaro regenera la ilusión
Desde antes de anunciar la rescisión del contrato del preparador madrileño tenía muy claro la dirección general deportiva quién había de tomar las riendas del equipo. Era Pablo Alfaro el hombre elegido y finalmente fue quien se convirtió en nuevo técnico del cuadro califal. La tarea que tenía por delante no era sencilla, sobre todo porque acudía al Enrique Roca para buscar una victoria balsámica ante un Real Murcia que ocupaba la segunda plaza en ese momento. El conjunto blanquiverde hizo lo que debía y ya: vencer (0-1). Lo cierto es que en el breve período de tiempo que tuvo para reorganizar todo en el vestuario el aragonés logró dar otro aire a los ya suyos sobre el verde. Así, el Córdoba arrasó ante El Ejido 2012 (4-0) y selló su clasificación para la siguiente ronda de la Copa del Rey al eliminar a un Segunda A como el Albacete (1-0). Resurgía la ilusión, que esperan los aficionados prosiga hasta tocar el cielo en Las Tendillas.
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