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Antonio de Egipto: “Nos estamos domesticando y eso es muy peligroso”

El escritor y editor Antonio de Egipto

Juan Velasco

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A caballo entre los recuerdos de una infancia en ninguna parte pero con raíces en la Subbética y la inspiración perenne de un puñado de poetas y escritores, Antonio de Egipto (Sevilla, 1975) ha escudriñado Lo Salvaje, un nuevo poemario en el que bascula entre la desnudez y la ficción y que ha querido sacar al balcón de otra casa que no es la suya pero con la que dice sentirse muy feliz.

Porque su nuevo libro llega dos años y poco después de que el último viera la luz y no lo hace en Bandaàparte, la editorial que comanda junto a Marga Suárez y Pedro Peinado, sino en Maclein y Parker, la primera de sus opciones, entre otras cosas porque definen muy gráficamente su editorial como una cabaña. Suficiente para De Egipto, que ha escrito gran parte de esta obra entre numerosos paseos por la montaña.

El fondo justifica, de este modo, el frío selfie que nos manda Antonio de Egipto, que presentará Lo Salvaje este viernes en Córdoba en el cálido espacio que es Ostin Macho (Plaza del Dr. Emilio Luque, 2). Aunque antes ha contestado a unas cuantas preguntas.

PREGUNTA. ¿Hay hoy en día algo más salvaje que exponerse públicamente, con un libro, por ejemplo?

RESPUESTA. Desde luego sí que es un acto marginal a sabiendas de por dónde discurren hoy en día los comportamientos sociales, que nos hacen ocultarnos en el anonimato de lo virtual. Puede ser… Puede ser que eso lo haga un acto salvaje, o que el simple hecho de publicar un libro de poemas ya lo sea, tanto para el editor como para el autor.

P. ¿Cómo se ha ido gestando este libro? ¿Poco a poco o en un arrebato salvaje?

R. Ha necesitado su tiempo, más de lo habitual. Soy un poco caótico para eso del tiempo. ¡No llevo la cuenta!... Pero varios años. Han tenido que pasar muchas cosas. De hecho, los poemas más desnudos, al hilo de la pregunta anterior, son los que han dado un golpe sobre la mesa y han encauzado el proceso creativo de Lo salvaje.

P. El título, como ves, se presta a muchos juegos, pero lo principal es que me digas tú qué es Lo Salvaje.

R. Lo salvaje es una forma de canalizar el tránsito, que es el tema que subyace en el libro. Caminamos a lo largo de nuestra vida y vamos recibiendo información, ruido, heridas, esperanzas. Todo lo que nos llega lo transformamos casi sin digerirlo. Así que la idea del libro es la de detenerse a apreciar todo eso, disfrutar lo bueno y aprender de lo menos bueno, de los miedos. Enfrentarnos a los que somos de una manera salvaje no premeditada. Nos estamos domesticando y eso es muy peligroso.

P. ¿Qué papel ha jugado tu nueva ubicación en la escritura de esta obra?

R. La vuelta a la raíz, a Cabra, ha servido de eje vertebrador. Le he ganado el pulso a los días y en eso me ha ayudado mucho poder caminar diariamente por el campo y tirarme a la montaña los fines de semana. Llevaba mucho tiempo fuera. Los últimos cinco años han sido de continuos cambios y cuando volví a Cabra, hace ahora año y medio, me di cuenta de lo desconectado que estaba de la gente y del lugar en sí. Me ha costado tiempo hacerme un hueco, pero ahora estoy feliz y me costaría volver a acostumbrarme al ritmo de vivir en una ciudad.

P. Sin abrir el libro, quienes te conocen un poco pueden oír el murmullo de los ríos dentro. ¿Te ha salido un libro ecológico-espiritual a lo Gary Snyder? ¿O la Subbética te ha puesto más en órbita con, digamos, Miguel Hernández?

R. Digamos Lorca, o digamos Jack Kerouac, Lew Welch, Thoreau, Whitman. Soy de dar vueltas en círculos concéntricos y estas referencias, sumadas a las musicales, me vienen persiguiendo de siempre. No es un libro ecológico, espiritual en algunas aristas. Probablemente, es más subbético que otra cosa, sea lo que sea ser subbético.

P. ¿Y qué has estado escuchando mientras escribías Lo Salvaje?

R. He escrito este libro escuchando mucha música. Eddie Vedder, Ricardo Lezón, Soledad Vélez, Raúl Bernal, P.J. Harvey, Neil Young, Other Lives, Waterboys, mucho rock y menos jazz del que debería, aunque me he comprado algunos discos en este tiempo, por cierto, todos clásicos.

P. Sabiendo lo que te gusta conjugar poesía y música. ¿Posibilidad de llevar estos versos al directo con banda?

R. Siempre está ahí, defiendo esa necesidad de buscar el enfrentamiento y el diálogo de la poesía con otros lenguajes y tengo algunas ideas en las que seguro trabajaré. Pero, de arranque, me apetece enfrentarme a estos versos en solitario.

P. Tras unos años de frenética actividad en Bandaàparte, ¿para ti era necesario publicar Lo salvaje y estar al otro lado de la editorial?

R. La actividad frenética no para. Hablaba el otro día con Antonio y Cecilia, de Maclein y Parker, que si la gente pudiera ver por una mirilla el día a día de un editor fliparía, entendería nuestros continuos cambios de agenda y la falta de tiempo. Es una auténtica locura. Algunos amigos me dicen que por qué no sale con Bandaàparte. Las cuestiones son muchas, pero tenía claro que quería disfrutarlo desde fuera.

P. ¿En qué se parece la ilusión de publicar a otros y la ilusión de que le publiquen a uno?

R. Es muy diferente, pero supongo que el subidón inicial, de que un autor que admiras te diga que sí a una propuesta, o que te den a ti el “sí, te publico”, es parecido. Cuando terminé el poemario supe que quería mandárselo primero a Maclein y Parker, y después ya vería. Tuve la suerte de que les gustara. Prefiero la forma de trabajar de las editoriales pequeñas, su colección de poesía me entusiasma a nivel gráfico, la belleza de la sencillez, y el hecho de que ellos definan su editorial como una cabaña remataba mis aspiraciones para Lo salvaje.

P. Has rescatado algunos poemas para este libro. ¿Eres de los que cree que la poesía precisa cajón?

R. Sí, de alguna forma sentía que había textos del pasado que necesitaban estar en este libro. He recuperado uno en concreto de mi primer poemario. Quería hacer mi personal homenaje a la generación beat, cuyas lecturas tanto me influyeron en una época de mi vida y que han ido reapareciendo a lo largo del tiempo. Esto se nota, sobre todo, en los siete poemas-visiones que aparecen en el libro y ahí, en concreto, hay cuatro poemas rescatados de la carpeta “poesía”. Porque cajones no tengo. Escribo todo en pantalla.

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