Vivir en verano en el zoo

Durante el período estival, en el centro se incrementan las técnicas de refrigeración para recrear hábitats y ofrecer a los animales alimentos bien fresquitos

Vivir en Córdoba en verano, es posible. O al menos para todas las especies que habitan en el zoológico de la ciudad. Hay detractores de estos complejos puedan argumentar en su perjuicio, llegando a catalogarlos como “cárceles de animales”. Pero parece que el zoo de Córdoba goza de buena salud.

Desde que se construyó allá por 1967, los responsables de este zoológico, mezcla de distintos hábitats, han querido aprovechar al máximo posible las sombras de la flora que cohabita con los animales. Y de esto saben muy bien las suricatas, una especie animal que según la época del año y las temperaturas, realizan su vida en distintas zonas dentro de su hábitat.

Además de las distintas técnicas de refrigeración propias del zoo, y para soportar las altas temperaturas del verano, animales como los macacos o los osos pardos reciben alimentos adiciones bastante fresquitos. Los primeros son amantes de los pequeños helados que sus cuidadores depositan por distintas partes de su hábitat para que desarrollen su capacidad de búsqueda. Y los osos pardos disfrutan de la fruta incrustada en agua congelada. Estos recipientes se colocan en el agua y mientras que se alimentan, también se refrescan.

En el caso de los arruíes, de la familia de los bóvidos, todos los días se bañan en una pequeña charca durante esta época, y los emúes se refrescan al son de una manguera, como ocurre con buena parte de los animales, como la elefanta Flavia. La envidia de todo el recinto corre de la cuenta de los hipopótamos y las tortugas.

La esencia de lugares como los zoológicos, indudablemente, reside en la belleza que muestren los animales que allí se muestren. No son meros escaparates de animales salvajes. Lo característico de estos ‘pequeños hábitats construidos’ reside en que en un mismo recinto se dan cabida a distintas recreaciones del entorno real de los animales.