El capitán al frente del ejercicio en Cerro Muriano llamó al 112 pidiendo un helicóptero y agentes de buceo
El capitán al frente del ejercicio en Cerro Muriano durante el cual fallecieron el cabo Miguel Ángel Jiménez y el soldado Carlos León solicitó a Emergencias 112 la ayuda de un helicóptero y de agentes de la Guardia Civil de buceo cuando se percató de que uno de los militares se había ahogado. Esta llamada demostraría, aunque ya lo ha constatado la Benemérita en su atestado, que para el desarrollo del ejercicio no se habían previsto las medidas sanitarias pertinentes en el caso de que pudiera suceder algún accidente; hecho que acabó ocurriendo, transformándose en desgracia tras la muerte de los dos militares.
La información ha sido desvelada por el programa Código 10, de la cadena Cuatro. Según datos de la investigación, el capitán ha asegurado que el ejercicio estaba planeado y que se hizo a raíz de su propuesta, pero con autorización de su cadena de mano. El Juzgado Togado Militar número 21 de Sevilla que investiga estos hechos ha acordado la imputación del capitán encargado de las maniobras y las de otros dos mandos.
En total, el capitán realizó dos llamadas al 112. En la primera ya comunicaba que uno de los militares se había ahogado en el lago en el que estaban realizando el ejercicio y que necesitaba de un helicóptero “lo más rápido posible” o, incluso, la Guardia Civil con buceo. Dado que esta asistencia sanitaria no llegaba, minutos después de la primera llamada, el capitán realizó otra pidiendo urgentemente agentes del instituto armado que supieran bucear. Estos efectivos no pudieron llegar hasta las 13:30, casi cuatro horas después de suspender el ejercicio, debido a la complejidad que supone la preparación de este equipamiento.
Los hechos
Según consta en el escrito de la Guardia Civil que forma parte de las diligencias judiciales que ahora dirige el Juzgado Togado Militar 21 de Sevilla, al lago solo entraron 15 de los 75 soldados que tenían que completar la maniobra. En cuanto lo hicieron los primeros comenzó “el caos”. Había una cuerda atada a dos árboles que hacía las veces de línea de vida, pero que no cumplía con los requisitos mínimos, ya que debía ser de acero. Los soldados tenían prohibido tocarla salvo caso de “extrema necesidad”. Y según el testimonio del abogado sevillano, el capitán les gritaba a los soldados que tenían que “patear” para mantenerse a flote. Pero no podían.
A los minutos los soldados comenzaron a hundirse. El fondo del lago artificial, construido en su momento para probar la flotabilidad de los tanques, está repleto de fango. En cuanto un soldado lo tocaba, se quedaba atrapado. Los soldados han declarado que el capitán ordenó a los militares que se agarrasen a la cuerda y dio orden de cortarla para poder tirar de ella con los que se agarraban. Pero uno de los militares se hundió definitivamente, León, de El Viso del Alcor (Sevilla). El cabo Jiménez se lanzó al agua para rescatarlo, pero no pudo. Ambos se ahogaron y murieron.
El resto de soldados pudo salir, muchos gracias a la ayuda de los compañeros que estaban en la orilla, pero con distinta suerte. Un soldado sufrió una parada cardiorrespiratoria y pudo ser reanimado por otro militar con formación sanitaria. Otros cinco entraron en hipotermia, uno de ellos de manera grave. El soldado en parada y el que más sufrió la hipotermia fueron evacuados al hospital Reina Sofía de Córdoba. Al resto se le atendió en la zona, donde ya recibieron el alta. Las maniobras se suspendieron. Y comenzó la investigación.
El Ejército decidió apartar al capitán de sus funciones, señalándolo directamente como responsable de los hechos. Ante la Guardia Civil, la mayoría de los testimonios coincidían en que fue quien dio todas las órdenes, quien arbitró los presuntos castigos y quien sostuvo el ejercicio a pesar de que los tres primeros soldados que lo hicieron le dijeron que no se daban las condiciones más adecuadas.
Se investiga también si las mochilas con lastre estaban estanqueizadas o no, ya que en lugar de ayudar a la flotabilidad de los soldados habrían provocado el desenlace fatal. De la misma manera se concluye que la cuerda habilitada no era una línea de vida, sino otra cosa. Y que el sargento encargado de la seguridad ese día no tenía formación suficiente.
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