El soviético que vino a Córdoba, desapareció y aparece en los papeles de la CIA
La historia de Córdoba en los años ochenta es bastante singular. La ciudad era la única capital de provincia gobernada por el Partido Comunista de toda España. Pese a ello, la CIA, la agencia de espionaje de Estados Unidos, no prestó especial atención a la ciudad en aquellos años en los que su presidente, Ronald Reagan, consideró a la Unión Soviética como su enemigo número uno y al comunismo como la ideología del mal.
La agencia norteamericana acaba de desclasificar miles de documentos secretos con los que trabajaron sus funcionarios y con los que pretendían hacerse una idea de lo que pasaba en el mundo. Las referencias a la ciudad de Córdoba son escasas y se centran, poco, en Julio Anguita, el alcalde comunista al que no vieron con demasiados malos ojos, pero del que tampoco vaticinaron que se haría con el férreo control del Partido Comunista de España. En el buscador, las referencias mayoritarias son a la Córdoba argentina (más habitada que la española) con mucha actividad militar y de organizaciones izquierdistas. A los americanos en los años ochenta les preocupaba más lo que pudiese suceder en una Argentina postdictadura que lo que ocurriese en una España donde la Transición ya había consolidado la democracia.
No obstante, hubo un hecho que llamó especialmente la atención a los servicios de espionaje norteamericanos: la misteriosa desaparición de un científico soviético que había acudido a Córdoba en el marco de unas jornadas de ciudades no nucleares. El hombre, que se llamaba VIadimir Valentinovich Alexandrov, había patentado una forma de calcular qué es lo que ocurriría en el planeta con la llegada del llamado invierno nuclear. A través de computadoras y algoritmos, calculó que una guerra nuclear indiscriminada entre la Unión Soviética y Estados Unidos además de destruir el mundo conocido provocaría un cambio climático en el planeta con una especie de enfriamiento global.
Bien. El científico soviético llegó a Córdoba en marzo de 1985 para impartir su conferencia y participar en la II Asamblea de Ciudades no Nucleares, que duraron tres días. Cuando habló ante los ponentes, se refugió en los Colegios Mayores y no asistió al resto de ponencias. Si se le vio, cuenta un artículo publicado por The Washington Times y recogido meticulosamente por un funcionario de la CIA, fue borracho. El periodista, Ralph de Toledano, asegura que el entonces secretario de Anguita, Alfonso Ceballos, habló con un oficial de la embajada soviética en Madrid (localizada en el Paseo de la Habana) y le explicó la situación. El oficial le instó a que devolviese al científico a la embajada de la Unión Soviética. Entonces, un coche del Ayuntamiento (un Seat 132, como precisa el informe) con dos conductores trasladó, el día 31, a Alexandrov hasta Madrid. Los conductores dejaron al científico en la puerta de una embajada a la que nunca llegó a entrar. Ahí se le pierde la pista.
A día de hoy no se sabe dónde esta este científico. Su desaparición ha sido recogida por el popular Carl Sagan, en uno de sus últimos libros. Se especula con que se pasó al MI6 británico. Su caso saltó a la luz después de que la revista Nature lo denunciara y la Unión Soviética lo reconociera. La Policía Nacional de España llegó a investigar el caso, que nunca se resolvió.
En Córdoba siempre se creyó que el científico no estaba simulando una borrachera (algo que muchos de los que se pasaban a Occidente alegaban cuando eran descubiertos, que les habían drogado). De hecho, la Policía aseguró que se le había visto en locales madrileños después de que los dos cordobeses lo dejasen a las puertas de la embajada soviética, a la que nunca entró. Después, se le perdió la pista y nunca más se supo.
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