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Más días de sequía, menos producción y más incendios: así afectará el cambio climático al campo cordobés

Tierra cuarteada por la sequía

Alfonso Alba

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Los agricultores y ganaderos siempre son los primeros que notan el cambio climático. Las cosechas se adelantan, la floración se altera y ya ni llueve como antes ni hace un calor parecido a antaño. Hay insectos que de repente desaparecen. Otros que nunca estuvieron allí y que aparecen. La avifauna es cada vez menor y se producen plagas de conejos o hasta jabalíes. Ante ello, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos –COAG- ha elaborado un mapa interactivo dentro de su informe Empieza la cuenta atrás. Efectos del cambio climático en la agricultura española, en el que señala por dónde van a venir los cambios de un futuro que no pinta bien.

Según COAG, el cambio climático tendrá un impacto muy negativo en la provincia de Córdoba. Las sequías irán a más, las producciones agrícolas a menos y los incendios pueden acabar afectando a un milagro de la biodiversidad como es la dehesa, el auténtico tesoro natural, agrícola y ganadero del norte de la provincia de Córdoba.

El informe señala que Andalucía será la comunidad autónoma más afectada por el cambio climático de la Península Ibérica, con una media de 76 días de sequía en 2030 si la temperatura del planeta asciende 1,5 grados centígrados, tal y como se prevé. Le siguen Extremadura, con una media de 68 días y Murcia, con 64 días. Y dentro de Andalucía, Córdoba será una de las provincias también que más sufrirán el impacto del cambio climático.

En el Valle del Guadalquivir, el documento señala que las sequías serán más graves y agudas que en el resto de Andalucía. Así, se prevé que en 2030 haya 96 días de sequía al año, 20 más que la media de Andalucía y 32 más que en Murcia, por poner un ejemplo. Si la temperatura sigue subiendo 1,5 ºC (es probable que se incremente por encima de esos valores, incluso), en el año 2050 habrá 98 días de sequía al año y se alcanzarán los 100 días con toda probabilidad entre 2070 y 2090.

El norte de la provincia sufrirá menos el impacto de la sequía. Así, se prevén 77 días en 2030 y 82 en 2050, una situación algo mejor que en la provincia de Córdoba, pero que aunque así lo parezca alterará gravemente a la dehesa.

El informe de COAG señala que “el aumento de la temperatura o la reducción de las precipitaciones podría derivar por una parte en una menor producción vegetal, y por otra parte en el agostamiento de la vegetación herbácea. Como consecuencia, esto podría reducir la capacidad de carga animal por unidad de superficie y un posible déficit en la calidad de la dieta animal – menor digestibilidad, menor contenido en proteínas”. En Los Pedroches, la dehesa es fundamental para mantener la cabaña ganadera, especialmente de cerdo. Este pronóstico señala que cada vez podrá haber menos montanera y por tanto menos jamón ibérico. Las explotaciones tendrán, por tanto, que convertirse en granjas donde a los animales se les alimente principalmente con pienso.

Pero el mayor riesgo de la dehesa será el fuego. “La pérdida de biodiversidad vegetal causada por la aridez se podría ver empeorada por un mayor riesgo de incendios, que favorecería el crecimiento de especies pirófitas y menos nutritivas para el ganado y especies de interés cinegético”. Es decir, hasta la cacería se verá afectada. Habrá menos ciervos o jabalíes en un medio tan rico como este. “Aunque el volumen de producción en dehesas no es comparable al de zonas de agricultura intensiva, la calidad de los productos y el impacto económico sobre la población local son significativos y reconocidos. Prevenir las consecuencias del cambio climático no solo protegerá la explotación sostenible de las dehesas y sus beneficios sociales, sino también el ecosistema natural”, concluye el informe.

Una campiña cada vez menos productiva

La producción de cereales es la más extendida de todos los cultivos en España (6MHa). El 90% de la producción se destina a cereales de invierno, trigo y cebada principalmente, casi en su totalidad (90%) de secano, y la mayoría se destina a piensos.

Sin embargo, Andalucía –al igual que todo el sureste peninsular– también es una de las regiones que van a sufrir mayor riesgo de aridificación debido a la disminución generalizada de precipitaciones y el aumento de la duración y severidad de las sequías.

Estos cambios en la precipitación afectarán a olivares tanto irrigados como de secano, disminuyendo su rendimiento en al menos un 3,5% y 7% si se superan los 1,5 ºC en más de 11% y 23% respectivamente a partir de los 3 ºC de calentamiento.

El cambio climático que ya se nota en esta campaña

2022 está siendo un año desastroso para el campo y los efectos de la sequía ya se están notando en toda Andalucía. “Las reducciones en las dotaciones de agua, unida a la prematura ola de calor que experimenta el país y a los altos costes de las energías, provocan graves consecuencias para los cultivos andaluces. Sectores como el del olivar”, tal como apuntan desde COAG Jaén, “ya se están viendo afectados por la ola de calor del mes de junio, ya que, en algunas parcelas, especialmente de la campiña, las flores se han quemado y no ha quedado nada”, afirman desde esta organización agraria. Aunque aún es pronto para cuantificar las pérdidas en este sector, técnicos de COAG Jaén hablan ya de una próxima cosecha media baja, en la que los secanos son los más afectados.

Consecuencias del aumento global de las temperaturas para la agricultura

En general, un aumento de la temperatura alargaría la estación de crecimiento de los cultivos y aceleraría su desarrollo, pero también podría provocar alteraciones fisiológicas si se superan ciertos umbrales. Estas podrían provocar daños tanto en la calidad nutricional y organoléptica como en la productividad, y llegar a desplazar o reducir las áreas de crecimiento óptimo, tal como recoge el informe elaborado por COAG.

La ola de calor del mes de mayo ya adelantó la estación de crecimiento de algunos cultivos, como es el caso de los cereales, que han perdido peso y calidad agravados por el aumento de las temperaturas en junio. A todo esto se une el factor del viento, que influye de manera negativa en la deshidratación de las cosechas. El girasol, el maíz o los viñedos, se ven afectados del mismo modo, reduciéndose la producción, pero también la calidad.

Consecuencias para la ganadería

Con el incremento del precio de los cereales, también sube el precio de los piensos que sirven para alimentar al ganado, teniendo en cuenta que los cereales son la base de la alimentación para gran parte del sector ganadero, que consume un 37% de la producción mundial.

“En lo que llevamos de año, los cereales han sufrido una fuerte subida, como la cebada (95€ la tonelada) y la harina de soja (80€ la tonelada). Si retrocedemos al 2020 cuya cotización del pienso para cabras en lactación estaba en 233.94€/t en el mes de abril, el incremento es del 70% en los dos últimos años (precio actual 396.58€/t). Por otro lado, y si nos fijamos en los precios pagados en el sector agrario en el mes de enero de 2022, podemos ver que los fertilizantes son un 86% más caros que en el mismo mes del año anterior, los carburantes un 38% y la electricidad un 99.79% más”, añade Antonio Rodríguez, responsable de Ganadería de COAG Andalucía

Igualmente, la sequía tiene un impacto directo en la reducción de los pastos de la dehesa. Aunque la dehesa está formada por bosques y vegetación bien adaptada a las condiciones de la península, el aumento de las temperaturas y el descenso de las precipitaciones podría aumentar el riesgo de incendios (ver gráfica) y la erosión, afectar negativamente a la regeneración natural de especies vegetales y debilitar las defensas frente a agentes patógenos.

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