San Basilio, 14: el sello de una tradición inacabable
Esta casa patio, construida en torno al siglo XVII, mantiene su carácter vecinal, que es garante de la costumbre del cuidado de las plantas | Siempre fue hogar de familias trabajadoras
Quien al barrio pretende entrar con el Campo de los Santos Mártires como punto de partida tres opciones tiene. Una, por la pasarela de Martín de Roa que ofrece la posibilidad de caminar junto a parte de una de las muchas antiguas murallas que aún siguen en pie -esta zona conserva todavía ese sello de ciudad amurallada de siglos pasados-. Otra, a través del Arco de Caballerizas. Y otra más. Ésta conduce, tras caminar por un espacio ajardinado, a la calle principal del Alcázar Viejo, con un primer zigzagueo que después permite caminar en línea recta hasta la parroquia. Si no existe una elevada afluencia de visitantes. Es la de San Basilio. La alegría del color comienza a adivinarse metros antes. La primera vivienda que aparece tras cruzar el arco abre sus puertas, de madera. Carácter único de esta parte de Córdoba que posee identidad propia.
“Ésta es una casa muy antigua, creemos que del siglo XVI”, apunta una de sus propietarias, Lola Jurado. En efecto, al igual que la inmensa mayoría de los inmuebles del barrio, su construcción está datada entre finales de esa centuria e inicios de la siguiente. Su zaguán, con flores que dan la bienvenida en forma de pasillo lleva directamente a uno de los espacios más característicos cada mes de mayo. Una pequeña galería descubre la luz a través de tres arcos, sustentados en columnas de piedra. La estética es tal que el visitante cree regresar atrás en el tiempo. Muy atrás. Entre plantas y flores. Pues en San Basilio, 14 éstas cubren de manera delicada las paredes del recinto abierto. Muros de blanco encalado, color y vida en una vivienda que antaño cuidaran familias trabajadoras. Como en la actualidad.
Lola Jurado explica que en el inmueble “vivían siete familias, que tenían sus cocinas y el lavadero en común”. Esos habitáculos todavía son visitables y bien que llaman la atención de quien se adentra en esta casa. “Sólo eran viviendas para dormir y los baños los tenemos también en el patio. Todo se hacía en conjunto. Todos los vecinos aportaban un granito de arena a la hora de pintar y arreglar el patio”, continúa una de las actuales propietarias. Quizá, con el paso de los años, pudo descender el número de habitantes, pero no dejó de ser una vivienda vecinal. “Actualmente somos tres familias. Ahora ha llegado una joven. Se vinieron el año pasado y ya se han integrado muy bien en el patio y en sus costumbres”, indica. Porque eso es lo realmente esencial en estos hogares que desprenden color y, sobre todo, carácter de comunidad. Y conocimiento de causa, de la necesidad de educar a quienes llegan para legar.
Ese es el espíritu que rodea a la casa-patio de San Basilio, 14: que la tradición siga adelante más allá de sus habitantes, de su paso por la misma. “Cuando yo llegué aquí a vivir, y llevo 23 años, me integré bastante bien porque venía de otra casa y las señoras mayores eran las que te enseñaban la costumbre del patio”, señala Lola Jurado, que además rememora los años en los que la vida era pasajera para muchos debido a sus labores profesionales. Ésta es una vivienda de personas trabajadoras. “En esta casa ha habido mucha gente que vivían cinco años y luego se iban. Vivió un zapatero, un platero… Va pasando de generación en generación, ya sea por familia o por amistad. A esta gente joven le vamos a seguir enseñando, aunque ellos vienen de otro patio y tienen idea”, expone.
Una vez en el patio, las macetas cubren las paredes de forma cuidada. Eso sí, no hay lugar para cualquier planta. “Hay algunas que no las quiere el patio, pasa como las plantas de interior. Lo que son las begonias y eso. Las tienes que dejar en un sitio concreto, porque si no se marchitan”, comenta Lola Jurado, que agrega que el espacio “se caracteriza porque es de mucho sol”. Cada tiesto, la flor que en éste se encuentra más bien, tiene un lugar propio, desde el más elevado al más bajo. “En las partes altas tenemos las gitanillas y luego los geranios. Después están los claveles, los pendientes de la reina, porque éstas, las azaleas, las petunias son plantas que les puede dar el sol, pero hay que regarlas, hay que tenerlas más a mano”, detalla. Es la muestra del aprendizaje de los años, del corazón que cada generación trasplanta a la siguiente en lo que al cuidado del patio se refiere.
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