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¿AOVE sí o AOVE no? Las denominaciones de origen cordobesas usan el acrónimo como signo de calidad

Aceite virgen extra fluyendo en una almazara.

Juan Velasco

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AOVE es un acrónimo de Aceite de Oliva Virgen Extra. Seguramente, muchos españoles se hayan enterado este lunes, después de la enésima polémica artificial de Twitter, generada esta vez por el uso del término que ha hecho un influencer en Instagram. La historia es la siguiente: el nutricionista Carlos Ríos ha vendido en sus redes las bondades del “primer AOVE untable del mundo”, generando con ello una corriente de opinión tanto sobre el propio producto como sobre el propio término AOVE.

Así, miles de tuits han inundado la red social del pajarito, la mayoría criticando el uso de este acrónimo (una buena parte de ellas apuntando al mismo como un símbolo de moderneo vacío o una estrategia de marketing barata para cobrar más por el producto de siempre). Tampoco han faltado los chistes sobre sus posibles usos sexuales o los que defienden que esas siglas son, sencillamente, “el aceite de toda la vida”.

Fuera de Twitter, donde se sabe mucho de aceite de oliva virgen extra, ni siquiera se han enterado de la polémica. Lo cierto es que el término AOVE es común entre las denominaciones de origen protegidas (DOP) de aceite desde hace años como símbolo de distinción. En la provincia de Córdoba, junto a Jaén la mayor productora de aceite de oliva del mundo, las cuatro DOP (Baena, Priego, Montoro-Adamuz y Lucena) usan este término como símbolo de distinción desde hace muchos años.

Patricia Caraballo, secretaria general de la DOP Lucena defiende que el uso del término AOVE se hace en sus productos “con total frecuencia y como un signo de distinción”. “El AOVE un producto diferente al aceite de oliva y al aceite de oliva virgen”, apunta Caraballo, que recuerda que se trata del zumo de aceituna de máxima calidad que existe en el mercado y que, para ello, cumple varios requisitos, algunos, de hecho, incompatibles con el “AOVE untable” que está vendiendo Carlos Ríos.

Por resumir, según la normativa europea vigente sobre aceite de oliva, para que pueda etiquetarse como virgen extra, lo primero que debe cumplirse siempre es que sea un aceite de oliva obtenido directamente de aceitunas y sólo mediante procedimientos mecánicos. Lo segundo es que su cantidad de ácidos grasos libres sea inferior al 0,8%. No obstante, la acidez de un AOVE o aceite de oliva virgen extra de calidad superior no suele ser mayor al 0,3%. Y lo tercero, es que debe superar un panel de cata mucho más exigente, lo que sencillamente significa que su calidad es superior a la que tiene un aceite de oliva virgen extra “normal y corriente”.

Que no llamen a todo aceite

Estos miles de tuits, en realidad, sólo son una nueva demostración de ingenio y polémicas estériles de redes para abordar lo que es una mera cuestión semántica: si llamarlo AOVE, Virgen Extra o Aceite de Oliva Virgen Extra. En realidad, esto es algo que compete más a las marcas comercializadoras (y a los periodistas, pues AOVE cabe bien en el titular) que a los consumidores, que tienen más posibilidades de queja sobre la calidad que sobre la nomenclatura de los productos.

Más allá de filias y fobias, uno de los que mejor ha planteado la defensa del término AOVE ha sido precisamente el periodista Leopoldo Rama en un ilustrativo hilo de Twitter. En el otro lado, hay quien prefiere llamar a todo “aceite de oliva” o quien rechaza el acrónimo, puesto que obvia las raíces etimológicas de la palabra aceite (que viene del árabe andalusí).

Desde el valle del Guadalquivir, rodeado de olivos, atiende al teléfono Antonio Terán, director técnico de la DOP Montoro Adamuz, que desconocía totalmente la polémica suscitada por el término AOVE. En su caso, reconocía que quizá el uso del acrónimo estuviera dirigido a un sector especializado. No obstante, dado que era ajeno a la burbuja creada en Twitter, no se atrevía a definir por qué esta etiqueta generaba tanto rechazo.

“Hombre, yo hablando no digo AOVE, pero esa palabra sí se usa en publicidad y en nuestros escritos, pero es por una cuestión muy simple: para reducir espacio”, señalaba Terán, que, en cualquier caso, sí que afirmaba que el virgen extra no se puede catalogar bajo el genérico “aceite de oliva” puesto que tiene unas características específicas.

Desde Lucena, Patricia Caraballo también desconocía la polémica, aunque ironizaba con quizá fuera positiva para el reconocimiento de un término que en las denominaciones de origen gusta y se usa con mucha naturalidad para vender sus productos tanto en España como en el extranjero. Miles de tuits y noticias, pensaba, sin duda son positivas para diferenciar el AOVE del aceite refinado.

Eso sí, Caraballo y Terán recomendaban a Carlos Ríos que no vendiera su producto como AOVE untable porque eso ya existe. “Todos los aceites se pueden añadir a un pan, pero como untable sería otra cosa, no AOVE. Porque si se espesa o se manipula, no sería AOVE”, afirmaba la secretaria de la DOP Lucena, mientras Terán le animaba a etiquetarlo como “crema de AOVE” en vez de AOVE untable.

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