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#Heroínas sin capa | Trabajadora social: “Ha resultado muy difícil no llevarse el trabajo a casa”

Pilar Villegas, trabajadora social.

Juan Velasco

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A Pilar Villegas, mediadora intercultural y de la Asociación Pro-inmigrantes de Córdoba (APIC), lo que ha vivido durante el estado de alarma le parece solo la primera embestida de un nuevo tiempo en el que los trabajadores sociales, a la fuerza, van a ser unos de los pilares de eso que se llama “la nueva normalidad”.

Lo dice citando a José Manuel Ramírez, presidente de Asociación de Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, que hace unos días vaticinaba que el número de personas atendidas por los servicios sociales en España puede pasar en los próximos meses de seis a diez millones como consecuencia de la crisis sanitaria del coronavirus. Y muchos de ellos serán inmigrantes, uno de los colectivos con los que trabaja esta joven en APIC, y que tiene sus propias peculiaridades.

Los últimos dos meses han sido una auténtica noria en lo personal y en lo laboral para los trabajadores sociales de Córdoba y para APIC en particular. Lo primero que hicieron, una vez decretado el estado de alarma, fue dejar de prestar servicio presencial y comenzar a hacer todas las gestiones por teléfono y vía email. Y no son pocas las áreas de trabajo de APIC: trabajo social y psicológico; educativo; campañas contra los rumores y bulos que criminalizan al colectivo de migrantes; talleres para jóvenes extutelados; trabajo comunitario; orientación laboral; y, motivados por la situación sobrevenida, gestión de ayudas al alquiler y suministros básicos.

A este trabajo, que es la columna vertebral de APIC, se suman tres programas que también lleva esta asociación: uno de acogida para solicitantes de asilo; otro de atención humanitaria para personas de extrema vulnerabilidad; y un recurso de acogida temporal para personas sin hogar destinado a familias monomarentales o mujeres solas.

En todos ellos, el objetivo es hacer una intervención integral y un acompañamiento de cada caso, para trazar un itinerario de cómo evoluciona el solicitante. Ese era el trabajo en el que APIC se ha especializado. Así que, cuando la pandemia azotó a Córdoba, la principal incertidumbre estaba en “cuánto iba a durar” esta situación de teletrabajo y atención telefónica.

El ingreso mínimo vital como salvación del colectivo que vivía de la economía sumergida

Pilar recuerda que los primeros días, marcados por la falta de certezas y plazos, dieron paso rapidamente a una avalancha de solicitudes de ayudas y a que se duplicara o triplicara el número de atenciones. La mayoría de orientación laboral.

“Los inmigrantes con los que trabajamos nosotros, en su mayoría, han estado trabajando en la economía sumergida, como empleados de hogar o en campañas agrícolas, así que, con la actividad paralizada, muchos ni siquiera pueden acceder a ningún tipo de ayuda o a las medidas del Gobierno o la Junta para el Covid-19”, explica Pilar, que añade otra variable nueva: “Ahora, las campañas agrícolas están más vigiladas y ya no se busca tnato el perfil de inmigrantes”.

De este modo, hay una buena parte de este colectivo que vive una nueva realidad con un doble rechazo, el laboral y el administrativo. “La mayoría son cabezas de familia que sienten más presión. El ánimo está bastante bajo”, señala Pilar, que espera que el ingreso mínimo vital en el que trabaja el Gobierno recoja este tipo de situaciones de personas migrantes, que llevan muchos años trabajando y pagando sus impuestos directa e indirectamente en España, y que ahora se han quedado fuera del sistema de ayudas porque no conocían otra economía que la sumergida.

La soga está muy tensa para muchas personas. En cuanto a quienes están al otro lado de la mesa y del teléfono intentando ayudas, por delante tienen un trabajo muy duro. Sobre todo a nivel personal. “Antes de todo esto sabía diferenciar entre el trabajo y la vida personal. Ahora me ha resultado muy difícil no llevarme el trabajo a casa. Sientes mucha impotencia por ver que faltan recursos y que está aumentando la vulnerabilidad. Y, en el fondo, te afecta de forma personal. Te tienes que reestructurar un poco cada cierto tiempo porque lo vas notando”, confiesa Pilar.

Frente al virus del derrotismo, que ella se niega a aceptar, solo conoce una vacuna: la del trabajo en equipo. “Lo estamos afrontando todos juntos, con toda la energía y apoyándonos. Aquí la clave es sentir empatía con la persona que se te sienta delante”, señala al respecto.

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