Céspedes, 10: la Torre de la Mezquita Catedral, de cerca
Este patio de la Judería es el único desde donde se ve con claridad la parte alta del monumento | Después de 28 años de ausencia, volvió al Concurso de Patios en 2010
Este patio de la Judería es especial. Es único porque desde él se puede ver la parte alta de la Torre de la Mezquita Catedral. Además, es un patio cordobés “atípico”. El tradicional pozo y la pila árabe no están a la vista de todos, sino en el sótano de este casa. Tampoco cuenta con la fuente central. De hecho, este patio nunca la tuvo. Es ahora cuando está presente en la casa en una esquina del patio.
A diferencia de casi todos los patios de arquitectura antigua, éste no formaba parte de una casa de vecinos. “Desde que mis padres la compraron, aquí sólo ha vivido una familia, la nuestra”, cuenta la propietaria del edificio, Rosario Torrealba. Aunque se desconoce la fecha exacta, esta casa data de 1768 y sus cuatro plantas son habitables; la última, dedicada a un palomar. “Las únicas reformas que se han hecho es para que la casa fuera accesible, pero todo sigue igual, incluso la solería”, detalla la propietaria.
Torrealba no recuerda la fecha en la que sus padres decidieron abrir el patio al público. Pero sí el año en el que “echaron el cerrojo”: en 1972, por la enfermedad del padre de Torrealba. Tras la muerte de sus progenitores, la propietaria volvió al concurso en 2010. “Volver a abrir el patio es un claro homenaje a mis padres. Ellos amaban mucho las plantas y las cuidaban. Y ese gusto por el patio nos lo transmitieron a los cinco hermanos”, explica Torrealba.
El de la calle Céspedes, 10 no es un patio donde predominen las flores. Al contrario. Las plantas verdes son las protagonistas. Y es que la orientación de la casa es la causante de esta situación. “En invierno no le da el sol a este patio, sólo a una pared, donde sí crecen las gitanillas. El resto, como los geranios, nacen en la terraza y para este fecha los bajamos al patio”, apunta la propietaria. Y como si de un tetris se tratara, toda localización tiene su por qué. “Cada planta tiene su sitio y lo seguimos manteniendo desde el primer día que se abrió el patio”, señala Torrealba, mientras enseña una planta que cuenta con más de 60 años.
Torrealba cuenta que “el patio se mantiene así durante todo el año”. La única diferencia con respecto a otras épocas no huele ni crece en macetas. Es la presencia de una guitarra y unos mantones situados en unas sillas, al final del patio. “Éste es el toque que le doy en el mes de mayo”. Junto a ellas, braseros, cuernos de ciervos y una máquina de coser que también han vivido el paso del tiempo y que forman parte de los dos reconocimientos que ha conseguido este patio: una mención especial en 2011 y un premio singular 2014.
0