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Cambiarlo todo para que nada cambie o el centro de congresos

FOTO: MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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La ciudad ha asistido esta semana al anuncio del cuarto proyecto de centro de congresos en los últimos 15 años

Giuseppe Tomassi de Lampedussa escribió una novela, El Gatopardo, en una de las ciudades más fascinantes y contradictorias del mundo: Palermo. Ambientada en el siglo XIX contaba la decadencia de la aristocracia y el empuje de la burguesía, pero sobre todo narraba la construcción del nuevo estado italiano. Giuseppe Tomassi de Lampedussa contaba esa adaptación de los que siempre habían estado arriba al nuevo sistema político italiano que en principio iba contra ellos. Al final, los que siempre habían estado arriba seguían estándolo a pesar del brutal cambio político del país. Por eso, se dice que uno “hace un Lampedussa” cuando lo cambia todo para que nada cambie. “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, escribía el príncipe siciliano.

Pues bien, lo que ha pasado con el centro de congresos en Córdoba viene a ser, chispa más o menos, hacer un Lampedussa. Esta semana, la Junta de Andalucía ha planteado una nueva propuesta en un intento por zanjar un debate ya eterno pero que no ha hecho más que volver a sacudirlo: que Córdoba tenga un centro de congresos digno de la ciudad que es. Y para ello, opta por volver al principio de los tiempos: que el centro de congresos se quede donde ahora está el Palacio de Congresos, ampliándolo un poco. Es decir, que en estos ya más de 15 años de debate de ciudad todo haya cambiado para que ahora nada cambie.

A finales de su mandato, el popular Rafael Merino (alcalde de Córdoba entre 1995 y 1999) abrió la caja de pandora de los debates de la ciudad. Córdoba necesitaba un centro de congresos digno y el Palacio de Congresos de la calle Torrijos, justo enfrente de la Mezquita y adaptado en 1980, se quedaba pequeño. Cierto es. Por su capacidad y su estructura no podía acoger esos grandes eventos a los que la ciudad aspiraba y que se iban ora a Fibes en Sevilla ora a Málaga ora directamente a Madrid. Ya en campaña electoral, el PP planteó la construcción de un centro de congresos en Miraflores (en la Península de Miraflores). El actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, era entonces ministro de Cultura, y estaba de acuerdo. Pero el PP no logró la mayoría absoluta y perdió la Alcaldía.

El mandato 1999-2003 fue el de los proyectos estrella. Con Rosa Aguilar (entonces en IU) en la Alcaldía y José Mellado (PSOE) en la Gerencia de Urbanismo se asumió como propia la iniciativa de construir un centro de congresos. Pero no podía ser un centro de congresos cualquiera. Tenía que ser una obra de referencia, de una arquitectura tan singular que por sí sola atrayese a miles de turistas de todo el mundo. Algo, chispa más o menos, como el Guggenheim de Bilbao. Urbanismo convocó, entonces, un espectacular concurso de ideas que llamó la atención de arquitectos de todo el mundo. Tanto llamó la atención que a Córdoba llegó el equipo de Rem Koolhas, uno de los arquitectos más famosos del Planeta y que todavía no tenía ni una obra en España. Córdoba sería la primera, se decía.

Koolhas ganó el concurso pese a saltarse las bases y aquí fue donde se complicó todo. La parcela que Koolhas escogió no existía. Había que hacerla. El Ayuntamiento expropió nuevos suelos en Miraflores y tuvo que cambiar el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) para hacerle sitio a un impresionante edificio que se valoró en 170 millones de euros (la reforma que hoy plantea la Junta cuesta dos millones). Estas modificaciones retrasaron el proyecto tanto que al PSOE le dio tiempo a tener uno de sus peores resultados electorales en la ciudad de Córdoba (se quedó en cuatro concejales en 2003) y a salir del gobierno de la ciudad.

IU asumió como propio el proyecto de Koolhas, que no se conoció oficialmente hasta 2005. 350 metros de largo (más o menos como la calle Cruz Conde, para que se hagan una idea), 28 metros de alto (más o menos como la Mezquita) y 25 de ancho tendría el centro de congresos de Córdoba. Entonces se llamaba Palacio del Sur y se asomaría desde Miraflores hacia la Mezquita desde el meandro del Guadalquivir. Era una obra espectacular. Pero entre modificaciones del PGOU, expropiaciones y debates llegó la crisis. En 2008, Ferrovial (que se había adjudicado un proyecto que no le iba a costar un euro a la ciudad) renunció al proyecto. En Estados Unidos estaban estallando las hipotecas subprime y la firma echó sus cuentas y no le salían. Abandonó la ciudad casi sin hacer ruido y dejó una estupenda maqueta en la Gerencia Municipal de Urbanismo, que hubo que pagar, of course.

Pero Córdoba seguía necesitando un centro de congresos y el Ayuntamiento no iba a renunciar a él. En la tercera corporación presidida por IU (entre 2007 y 2011) se volvió a apostar por un nuevo edificio pero más modesto. El encargo a Koolhas vino a ser, más o menos, que quitara los hoteles y la parte comercial que alargaba en 350 metros el Palacio del Sur. Y Koolhas lo hizo. El edificio se quedó reducido a un gigantesco auditorio con múltiples usos que entre otras cosas iba a ser la sede permanente de la Orquesta de Córdoba. Tras la marcha de Ferrovial, el Ayuntamiento decidió asumir el coste de la obra y recurrió a los fondos públicos: Junta y Ministerio de Industria se comprometieron a aportar fondos. Ahora, el presupuesto bajaba de los 170 millones a los 60. La Junta ponía 16 millones, el Gobierno seis y el resto el Ayuntamiento.

Pero el mandato 2007-2011 se consumió en conseguir completar la financiación para iniciar las obras. Se logró, pero ya al final de la corporación, y el cogobierno IU-PSOE se marchó sin poder poner la primera piedra del centro de congresos. Y esa fue la muerte de este proyecto.

En mayo de 2011, el PP consiguió una mayoría absoluta de 16 concejales. Las urnas castigaron duramente a IU y PSOE. Y el nuevo alcalde, José Antonio Nieto, decidió apostar por otro proyecto y en otro sitio: un centro de convenciones en el auditorio del Parque Joyero de Córdoba. En plena campaña electoral para las elecciones autonómicas, Nieto dio un golpe de efecto. Presentó su proyecto con el que entonces tenía casi todas las papeletas para ser el nuevo presidente de la Junta de Andalucía, Javier Arenas, en el mismo Parque Joyero y con la bendición, entonces, de los empresarios cordobeses (que, dicho sea de paso, han bendecido todos los proyectos de congresos de la ciudad).

Este proyecto consistía en rehabilitar un centro de exposiciones que Cajasur construyó en el Parque Joyero y que ya costó 36 millones de euros. Un centro de exposiciones que era una ruina para Cajasur, pues su techumbre había salido volando en un temporal y una posterior tasación había rebajado en muchos millones de euros su coste inicial. El objetivo inicial del nuevo proyecto era una inversión de unos 40 millones de euros (aunque nunca se llegó a cuantificar exactamente esta cantidad) usando para ello el dinero que ya había llegado para el anterior proyecto, el de Koolhas, que se apartaba.

Pero aunque casi se daba por hecho, Arenas no ganó las elecciones y al cogobierno de la Junta de PSOE e IU que surgió en marzo no le gustaba la nueva propuesta. Le gustaba tan poco que seguía diciendo que el dinero aportado era para el centro de Miraflores y que o se construía un centro de congresos “de consenso” o nada.

Y en estas estaba el debate cuando 15 años después las administraciones públicas apenas tienen dinero para pagar a sus proveedores, la economía andaluza (y cordobesa) está eclosionando y construir un mega proyecto está mal visto por la sociedad.

Ahora, la Junta plantea algo rápido, cortito y al pie. Otro golpe de efecto. “Es echar un muro abajo y poco más”, ha llegado a decir el presidente de los empresarios, Luis Carreto. La obra cuesta poco más de dos millones y consiste en ampliar el actual Palacio de Congresos por su salón de actos. En su cara Oeste existe un patio de unos 800 metros cuadrados por los que crecería el edificio. Entonces, Córdoba ya estaría dispuesta a acoger congresos más o menos importantes con un auditorio para cerca de un millar de personas.

Es decir, después de tanto debate, después de tantas hojas de periódico, horas de radio y cintas de televisión local. Después de tanta rueda de prensa, de tres maquetas y de cuatro alcaldes. Después de todo, los congresos en Córdoba se van a seguir haciendo donde siempre: en la calle Torrijos número 10.

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