Tengo una idea: ¿montamos una empresa?
Desde hace mucho tiempo me encanta leer e investigar sobre empresas. Cómo surgieron, cómo encontraron el hueco en el mercado, cómo consiguieron la financiación (aquí hay novelas de aventuras para aburrir) y un largo etcétera.
A veces pienso que lo hago por envidia, por la dificultad que yo encontré y que sigo encontrando día a día, y que lo que quiero es escuchar la fórmula secreta de alguien para aplicármela a mí mismo. Pero no, no hay fórmula secreta. Hay una serie de factores, carambolas y situaciones que hacen que ciertas ideas se conviertan en proyectos empresariales de éxito.
Sí, así es, pero también es cierto que en la cuneta hay muchísimas otras ideas que no tuvieron tanta suerte. Y he dicho suerte porque creo que es un factor determinante. No la suerte entendida como el trébol de cuatro hojas, sino la suerte de llevar a cabo la idea en el momento oportuno, de rodearte de buena gente, de encontrar un nicho de negocio donde antes no había nada. Esa suerte. En la universidad escuché una frase: “No existe la suerte sino la mente preparada”. Se ve que yo no tenía ni la suerte ni la mente preparada. Pero a día de hoy cambiaría esa frase por “no existe la suerte para aquel que no la busca” (qué bien me ha quedado).
Cuando leo sobre esos casos de éxito empresarial, de cómo en un año unos chavales pasan de vender 4 prendas por internet a tener un “market place” súper potente. O de cómo un residente de medicina decide montar un negocio de hamburguesas de “autor o gourmet”. O, de los que mas me gustan, cómo unos amigos deciden fabricar gafas de sol baratas y venderlas por redes sociales (me he ido a casos de éxito sencillos, y que sin decir nombre seguro todos conocéis; el que no, que me escriba y se lo cuento). Siempre pienso en lo que decía antes: “¿Cómo se les ha ocurrido? ¿Cómo decidieron hacerlo?”.
Pero todo partió de ese “tengo una idea, ¿montamos una empresa?” y en qué momento dijeron “¡adelante!”. Pero no os quedéis ahí, porque la siguiente pregunta que siempre me hago es: “¿Nunca antes a nadie se le había ocurrido?”. (Reflexión). Creo que sí, seguro que a alguien un día se le ocurrió, pero no fue capaz de llevarla a cabo. Y es que eso cuesta muchísimo. Tener una idea y hacerla empresa es un ejercicio de valentía y esfuerzo no apto para todos los públicos. Entre otras cosas, como decía antes, porque se tienen que dar una serie de factores que hagan que esa empresa sea capaz de ser tal. No olvidemos que las estadísticas dicen que un % muy alto de empresas que se crean cierran antes de llegar a los 2 años.
No es fácil pasar de tu idea a hacerla empresa. Es más, no es que no sea fácil, es que en muchísimas ocasiones es imposible. Porque no todas las ideas son empresa. Tengo un amigo (mal comienzo de anécdota, lo sé) que siempre me está diciendo: “Tenemos que montar algo juntos”. Y siempre le respondo lo mismo: “¿El qué?”. Montar por montar es perder dinero y tiempo. Y si tuviéramos una idea original, diferente o al menos con potencialidad, nos seguirían faltando muchos de los factores que al inicio nombraba, pero al menos sería un comienzo.
Suena todo muy tremendista, y casi parecería que quiero transmitir un tono de pesimismo. Pero todo lo contrario, lo que quiero transmitir es un tono de realismo previo a que “la cagues”. Todos no somos buenos para el deporte, el baile, la pintura, las relaciones personales, etc. Pues una idea es igual. No todas las ideas valen para ser empresa. Por eso, si tienes una idea, antes de plantear “¿montamos una empresa?”, siéntate y plantéate todos esos factores que he comentado antes, y mira si crees que puedes reunir alguno con claridad. Y si es así, espérate, no montes la empresa aún. Queda mucho por hacer, no seas loco, no te tires “al barro” sin hacer bien las tareas. Estudia, infórmate, lee, investiga, busca socios (Equipo A) y después de todo eso, entonces, empieza a pensar cómo hacerlo.
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