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El viaje

José María Martín

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Cuando uno aterriza de forma natural en el pueblo, sin esa pretensión tan urbana como es el turismo rural, se siente libre de obligaciones hacia el aire fresco, la comida, la belleza del campo o el paisaje. Decía Borges que “el campesino no ve el paisaje”, que el paisaje es algo del hombre culto -como parece sernos ofrecido el turismo rural- y que el campesino lo que hace es mirar si va a llover. Y quizá haya una clave importante ahí, en la necesidad de trascender lo local con visitas a lo ajeno para mirar más allá y no quedarse donde uno estaba. Si uno viaja para reafirmarse en su omnisciencia, bien se podía haber ahorrado ese tiempo y ese dinero.

El viaje, como herramienta de expansión y aprendizaje es una constante en nuestra historia. Sin embargo, los españoles tenemos aún asignaturas pendientes en este sentido. Dos datos de la Organización Mundial del Turismo de 2010: los alemanes son los ciudadanos que más viajan al extranjero, seguidos de estadounidenses, chinos, ciudadanos del Reino Unido, Francia, Canadá, Japón... España no aparece hasta el puesto 16 y mientras el gasto alemán en viajes fue aquel año de 77 mil millones de dólares, en España gastamos sólo 16,8 millones. Además, el 93% de los viajes que hicimos los españoles en 2011 fueron dentro del territorio nacional. Más allá de rankings y estadísticas subjetivas, está claro que la defensa de lo propio y conocido como lo mejor -defensa jacobina en algunos casos- no es sino un signo de debilidad, de miedo a lo dispar.

El verano es propicio al viaje y, aunque ahora ya no haya dinero ni para vuelos de bajo coste ni para huidas intercontinentales, aquellos que tengan el ánimo de mejorar deben haberlo ejercido al menos con el afán del descubridor.

Y aunque nosotros este año nos quedamos sin viajar, son otros aprendizajes los que nos ofrece este viaje que también reserva sus huecos para el disfrute momentáneo del paisaje, o del simple campo, como ustedes quieran llamarlo.

Puesta de sol y tormenta en Villanueva del Duque, Córdoba. (El olor a higueras y a lluvia inminente no puede captarse a través del ordenador)

Minas abandonadas de El Soldado. La estación vacía, la arqueología de las casas de los mineros aún en pie, los clavos en las paredes como rastro de una civilización conquistada ya por la vegetación.

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