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La puerta de la Mezquita

Alfonso Alba

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Cuando en 1984 la Unesco consideró a la Mezquita de Córdoba (lo del guión Catedral llegó después, cuando el Ayuntamiento aprobó en Pleno que su nombre oficial sería Mezquita Catedral) las cuatro celosías de Rafael de la Hoz Arderius ya estaban allí. Este arquitecto, director general de Arquitectura del Gobierno franquista, las había instalado entre 1972 y 1975 con un objetivo: recuperar la luz original que debió tener el monumento cordobés en su época de esplendor, en el siglo X.

En estos 40 años, las celosías se han integrado en la Mezquita como un elemento más, como si siempre hubiesen estado ahí, a pesar de lo original de su construcción (están instaladas sobre cuatro antiguas puertas cegadas y reabiertas, pieza a pieza, y sin ningún otro soporte que no sea el de la fuerza de la gravedad). En 2009, coincidiendo casi en el tiempo con un giro en cómo la jerarquía de la Iglesia miraba a la Semana Santa, arrancó el debate: había que llevar la carrera oficial al Patio de los Naranjos. Para hacerlo, existía un gran problema: las hermandades tendrían muy difícil el paso si a la Mezquita Catedral solo se podía entrar por un sitio. Es decir, el paso entre que una hermandad entraba con sus dos pasos y volvía a la calle hacía inviable la carrera oficial en el Patio de los Naranjos, que haría casi interminable el paso de procesiones.

Entonces, se optó por una solución (sin que a mí me conste que nunca se haya pensado en otra): había que retirar o hacer abatible una de las cuatro celosías, para que a la vez que entraba una hermandad pudiese salir otra. Han pasado seis años desde que la idea se puso sobre la mesa hasta que ha podido fructificar. Esta semana, la Comisión Provincial de Patrimonio le ha dado luz verde al proyecto: se retirará una de las celosías originales, que se desmontarán y cuyas piezas se guardarán en los almacenes del Cabildo, y se colocará una nueva, a imagen y semejanza de la anterior, que tendrá dos hojas y por tanto se podrá abrir.

Pero la historia no acaba aquí. Ahora, el Ayuntamiento y la Agrupación de Cofradías tienen que diseñar una carrera oficial que no se antoja sencilla, y las hermandades tienen que empezar a trazar nuevos itinerarios por lugares mucho más complicados que hasta ahora. En pasada Magna organizada en el interior de la Mezquita Catedral se comprobó cómo se comporta una multitud agolpada en espacios pequeños como eran las calles del entorno. Es un aviso para determinar de qué manera se garantiza la carrera oficial futura.

Pero hay más: la Junta, que ha cedido en la apertura de la puerta, ha sido tajante en otro asunto, falta un estudio de usos sobre cómo afectará al monumento la entrada y salida de procesiones. Y ha querido dejar claro otra: la puerta solo se abrirá en Semana Santa.

Yo lo único que me pregunto es: ¿para este viaje hacían falta estas alforjas? Es decir, ¿no había otra solución? Este año entran y salen 25 hermandades a la Mezquita Catedral. A ninguna les estorba que una de las celosías no sea abatible. Es decir, ¿era necesario retirar una intervención artística útil y consolidada de la fachada del Patio de los Naranjos? Yo cada día lo tengo menos claro.

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