No me toques mi pensión
Fue una sorpresa. Nadie se lo esperaba. Este jueves, miles de pensionistas salieron a las calles a protestar contra el Gobierno y su raquítica política de subida de un 0,25% al año, hagan los precios lo que hagan, subir o bajar (que casi siempre acaban subiendo).
Esos miles de jubilados, quizás, llevan bastante tiempo indignados. Muchos no tienen Twitter o Facebook y por eso no nos enteramos. O no se desahogan a través de las redes sociales y lo hacen donde siempre: en las calles. Pero en un país abotargado, donde hay menos manifestaciones incluso que en los mejores tiempos de la bonanza económica, sus protestas son quizás un extraño despertar.
Han tenido que ser los abuelos, los que hartos de gastarse el dinero de su pensión en mantener a hijos, nietos o sobrinos, los que decidan salir a la calle a protestar contra lo que es la medida más peligrosa y silenciosa de este gobierno: la forma en que se ha vaciado la hucha de las pensiones y cómo no se está afrontando de una manera seria el futuro del sistema.
Las pensiones de hoy las pagan los trabajadores actuales. La de los trabajadores de hoy la pagarán los empleados del mañana. Y el mañana, de momento, no pinta bien. La robotización, la masiva emigración, el envejecimiento de la población y la pérdida progresiva de habitantes lo dibuja bastante oscuro. Y o el sistema se reforma de una manera radical o directamente va a la quiebra. O a la pérdida de mucho poder adquisitivo por parte de los futuros pensionistas.
A las puertas del Congreso de los Diputados o incluso en la plaza de Las Tendillas muchos de los pensionistas decían que no protestaban por ellos (que también), sino por sus hijos o nietos. Que esos sí que lo tienen complicado. Y encima son de los que no van a manifestaciones. Que lo mismo son cosas del pasado.
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