Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
El Golán cordobés
Los astrónomos que investigan los exoplanetas buscan agua antes que nada. Sin agua, no hay vida. Después hará falta una atmósfera que no sea ni muy tenue ni muy densa. Pero lo que acaba provocando la vida es el agua.
A lo largo de la historia, el agua ha sido motivo de guerras. El control de este recurso clave motivó, por ejemplo, una de las grandes guerras de Israel contra sus vecinos árabes: el control de los Altos del Golán, donde está un tercio del agua que el país necesita para funcionar. Ese agua antes era de Siria y Líbano, que ahora se mueren de sed. Es obvio saber que la falta de agua provoca crisis económicas galopantes.
En el norte de Córdoba hay agua. Córdoba es, de hecho, una de las provincias españolas mejor dotadas para afrontar una sequía. Sus ríos, afluentes y arroyos están muy regulados, y dispone de grandes embalses. Hay agua hasta para regar cuando se acumula una de las peores sequías que se recuerda en las últimas décadas, la actual. Y una ciudad como Córdoba tiene recursos almacenados de sobra para aguantar cuatro años, aunque el presidente de la Junta, Juanma Moreno, haya dicho que uno.
Es difícil de creer pero es así: en esta provincia los embalses, salvo uno, están muy bien dimensionados. No hacen falta más. No sobra ninguno. El problema está en una gestión de los recursos que lleva a una comarca de 80.000 personas a carecer de agua potable, a una irresponsabilidad pública (y ciudadana, por que estaban avisados) que ha desembocado en una crisis económica que tendrá consecuencias. ¿Quién va a querer vivir en el norte de Córdoba si el agua que sale por el grifo no sirve ni para ducharse?
Este viernes conocimos que la empresa provincial de agua está en quiebra técnica. Emproacsa ha dilapidado recursos públicos para combatir la falta de agua, especialmente en el norte, con escaso éxito. El agua de La Colada está contaminada y es casi imposible de potabilizar, a no ser que se vuelva a realizar una inversión millonaria, que es lo que parece que va a volver a ocurrir.
Es ilógico pensar que la zona norte de Córdoba es también rica en agua. Que tiene un embalse del que bebe que está quizás en la zona donde menos llueve de Córdoba y que más está notando el cambio climático. La Aemet ya ha advertido que esta zona del Guadiato y Los Pedroches se ha transformado ya en una especie de estepa continental, un lugar donde llueve poco y donde la vegetación lo tiene difícil. Pero junto a Sierra Boyera está al norte el mayor embalse de España, el de La Serena, al sur otro bastante grande y con recursos de sobra incluso en sequía, Puente Nuevo, y al noreste un pantano que se construyó para evitar lo que está pasando. La Colada se levantó solo y exclusivamente para que la comarca tuviese agua de sobra para cuando regresase la sequía. Pero durante casi 20 años se ha estado llenando de agua y de vertidos incontrolados. Tantos vertidos ha recibido que hoy es una ciénaga en la que han muerto casi 20 toneladas de peces. Una barbaridad.
Para este 26 de octubre está prevista una protesta en el norte de la provincia. Llega muy tarde: seis meses después de que la Junta prohibiese el consumo de lo que salía del grifo, un líquido turbio que hasta huele. A la misma asistirán, por fin, alcaldes de todos los partidos políticos, todos los que por acción o por omisión tienen su parte de responsabilidad en lo que está ocurriendo.
Sabemos que tarde o temprano, la zona norte de Córdoba volverá a tener agua potable. Pero la mancha que acompañará a sus vecinos durará muchos años. Y será muy difícil combatir esa imagen si lo que se busca en el futuro es lograr inversores y atraer población. De lo contrario, las dos comarcas se seguirán vaciando a un ritmo hasta peligroso. Y nadie tendrá la culpa de nada. Pero sobre todo es el agua.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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