Veteranos
La primera vez que me senté a escribir una noticia fue la noche del 11 de marzo de 2004. Llevaba poco más de tres meses en la Escuela de Periodismo del diario El País, en Madrid, y lo más que había redactado eran unos pocos breves como ejercicio de clase. Cuando estallaron los trenes, el periódico se vio desbordado. Los muertos aumentaban a cada minuto, los frentes informativos se multiplicaban. Alguien tuvo la idea de usar la mano de obra, bisoña e inconsciente, que recibía clase en la quinta planta de Miguel Yuste, 40. Excepto unos pocos, todos dijimos que sí, aunque más asustados que contentos.
El primero en darnos unas coordenadas básicas de lo que teníamos que hacer fue Luis Matías, un periodista veterano y creo -estoy casi seguro- que ya jubilado. Nos explicó que iban a soltarnos allí por donde creían que habían pasado los trenes -todo el corredor de Alcalá de Henares-, además de los hospitales, los tanatorios y, por supuesto, Ifema, que ya se estaba convirtiendo en una gran morgue improvisada. Teníamos que buscar casos concretos de víctimas, historias personales, con datos y, a poder ser, fotografías de los fallecidos. Nos quedamos espantados. Nos recordó que era un trabajo voluntario. Nadie abrió la boca. A mí me tocó ir a Torrejón.
Por la noche regresé. Tenía mi historia. El propio Matías me dio unas claves que me sirvieron para aguantar y seguir adelante ese día. Y en Torrejón había tenido la ayuda de Luz Sánchez Mellado, más joven que Matías, pero muy veterana y habitual en El País Semanal. Pero faltaba lo que para mí era más difícil, sentarme a escribir la noticia y mandarla en cinco minutos.
No sabía ni por dónde empezar. Solo tenían que ser tres párrafos, pero era incapaz. Guillermo Gutiérrez, un alumno como yo, pero periodista que llevaba una década en la edición de Cuencas Mineras de La Nueva España, en Asturias, me dijo, “no te preocupes, chaval. Cuéntame qué has visto y qué te han dicho”. Tardó un minuto.
Así que la primera vez que me senté a escribir una noticia, no lo hice. La escribieron por mí. Mis compañeros, los más veteranos. Ellos me ayudaron.
Y en la delegación de El País en Andalucía han seguido enseñándome. Orientándome. Aconsejándome. Apoyándome. Así te forjas. Y piensas: algún día seré yo el que ayude y le diga a alguien, “tranquilo chaval”.
O tal vez no.
Este es un extracto de la nota de prensa que el comité de empresa de El País publicó el pasado viernes, cuando se supo que entre 130 y 150 trabajadores iban a ser víctimas de un ERE. Un hachazo que, en buena medida, pueden sufrir mis amigos y colegas de la plantilla de la delegación andaluza. “El presidente del
grupo considera que la plantilla del periódico está envejecida y carece de profesionales con 'perfiles digitales', además de resultar muy cara, por tener 'un salario medio de 88.000 euros'.
Para [Juan Luis] Cebrián, la tercera edad en periodismo empieza a los 50 años. 'El tema más preocupante es que la edad media de la plantilla es de 53 años', ha subrayado al recordar que 189 personas superan los 50 mientras que solo 10 están por debajo de los 30. 'Esto afecta a los perfiles profesionales y al modelo de periódico que queremos hacer'. ha añadido. Desde el comité
le hemos recordado que la empresa cuenta con profesionales jóvenes que no entran en su estadística porque no tienen un contrato laboral (colaboradores a los que nunca se les ha querido contratar pese a que realizan tareas estructurales)“.
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