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Santos

Manuel J. Albert

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No importa de qué partido se sea: un político no debería acudir a un acto religioso, por muy popular que sea dicha manifestación, a no ser que esté presente únicamente de manera particular. Me explico, creo que es necesario que se abstenga de ir como representante de su partido o su cargo en la Administración. En este tema soy jacobino: defiendo de manera radical la separación entre la Iglesia -la católica o cualquier otra confesión- y el Estado.

Tampoco creo que cuando la Constitución dice que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”, se refiera a participar activamente en actos públicos de expresión religiosa. Y si es así, no me parece bien y estoy en contra.

Porque, aunque no me sienta especialmente identificado con ninguna bandera, tricolor o bicolor; ni tampoco con ningún himno, con o sin letra, me fastidia que cuando sale un paso de Semana Santa suene el himno de turno. ¿Qué tiene que ver una marcha militar -en el caso de España- con eso que se celebra? ¿Y por qué una marcha militar que, además, dice representar a todos los habitantes de un país tiene que sonar en ese momento? Un símbolo de un Estado que se declara aconfesional

no debería estar nunca acompañando una figura religiosa concreta.

Y como el himno, los políticos o los representantes de las Administraciones, tampoco los cuerpos y fuerzas del seguridad del Estado. Ni el Ejército. Repito, otra cosa es ir a título particular, hasta con uniforme, si me apuran y nos ponemos un poco laxos. Pero nunca acudir como un representante de la Guardia Civil o la Fuerzas Armadas como tales.

Es una tradición. Siempre ha sido así. Qué más da. No hace daño a nadie. De otra forma no sería lo mismo. A la gente le gusta. Por qué cambiar si nadie protesta. Tendremos problemas más importantes que ese.

Los argumentos en contra de mi idea son sencillos. Tanto como mi propio argumentario. Pero créanme, más nos vale ir separando bien los papeles y las áreas de influencia entre la esfera religiosa y la civil. Incluso en lo meramente icónico. Evitemos confusiones.

Es mejor que un país, una comunidad autónoma o un ayuntamiento no tenga que rendirle cuentas a ninguna virgen, santo o custodio con ofrendas, procesiones o declaración de alcalde perpetuo. Por si acaso.

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