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Limpieza

Ángel Ramírez

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Este fin de semana hemos estado de zafarrancho en casa, a limpiar tocaba después de unos días de ir postergándolo. Limpiar no es tarea tan sencilla, tiene sus dilemas, a mí por ejemplo me asaltan muchas dudas. ¿Muevo los sofás para limpiar debajo? Vale, sí, pero ¿siempre?, ¿ con qué frecuencia si no?. Cuando uno llega allí se dice, “bueno, nadie me está mirando, lo muevo la próxima vez, no habrá tanta suciedad...” Lo de los sofás no es tan complicado, pero ¿ y una cómoda? Una cómoda ya es otra cosa y la mueve uno de vez en cuando, y cuando lo hace piensa, “ qué guarrada, no pensaba yo que pudiera liarse esto”.

Con esos muebles te las apañas, pero la cosa empeora delante de la lavadora… ¿qué estará pasando ahí debajo? Pueden transcurrir años sin que entre la luz, cuando alguna vez ocurre por avería o porque cambias de lavadora ves quizás el aspecto real del sitio en el que vives, que no es el del salón luminoso, ni el baño brillante, es esa mezcla de pinzas de la ropa rotas y oxidadas, pelos, grasa, y una mezcla inextricable, oscura y pegajosa que se alinea con algún filo que le da forma. Esa visión es como un golpe de realidad y la existencia a la que estás acostumbrado te parece un teatro delante de un decorado, ahora se desmonta y compruebas que donde vives es ahí, que de algún modo eres así. Ya solo tienes ojos o atención para esos sitios a los que no llegas, ¿y detrás de la nevera, empotrada entre cajones y armarios?. Siempre has sabido que están, pero haces como que no existen, que tu casa es las tapicerías limpias, y los suelos de mármol o madera.

Hay un punto exacto en el armario empotrado de mi dormitorio al que no puedo llegar. El armario es lo que llaman con lenguaje cariñoso un armario vestido, con una cajonera probablemente hecha por un carpintero como se hacían antes las cosas, y hay un espacio entre la cajonera y el borde inferior del propio armario inaccesible, lo más que puedo hacer es acercar la aspiradora (mi hijo Iago la llama inspiradora, ¡cuánto ruido hace la inspiradora¡). Desde fuera no puedo ver el detalle de lo que pasa por ahí abajo, si quisiera hacerlo y limpiarlo a conciencia tendría que desmontar el armario, hacerlo de nuevo. En ocasiones, de noche, tumbado en la cama, pienso en esa falla que está a apenas un metro de mí y la imagino con detalle, y entiendo que por mucho que hagamos siempre hay algún espacio recóndito que no controlamos, algo definitivo a lo que no tenemos acceso. Y aún así, me quedo dormido.

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