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Ante esta encrucijada política

Alfonso Alba

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En la vida, la mayor parte de las veces, a la hora de tomar decisiones tenemos que elegir una opción sabiendo que entre las que se nos presentan no hay ninguna perfecta. Lo más normal es que cuando llegamos a esas encrucijadas, o bien queremos ir por todos los caminos que se tenemos por delante, o todo lo contrario, nos encantaría quedarnos en el cruce para siempre, porque en cualquiera de los senderos que se abren ante nosotros vemos peligros inminentes. En cualquiera de los dos casos, atrasamos la decisión cuanto podemos, aun a sabiendas de que llegará el día en el que tengamos que elegir.

Han tenido que pasar unas elecciones municipales en las que intentamos, allá por julio de 2014, conformar un Ganemos en el que conviviéramos la gente de Izquierda Unida y la de Podemos, así como otras fuerzas amigas. Aquello no pudo ser por múltiples razones, bajo mi punto de vista la más importante fue que ninguno de los dos partidos estaba preparado reconocer lo que tenía del otro, empezamos por echarnos en cara lo que nos separaba y, como era de esperar, acabamos en divorcio sin haber pasado del simple coqueteo. Sin embargo, pasó que en algunos de los municipios en los que se consiguió una candidatura conjunta, se desbancó a gobiernos históricos de derechas, como en Barcelona, Madrid o Cádiz, sin ir más lejos.

Luego vinieron las elecciones generales y fue tres cuartas partes de lo mismo. Tras esos  comicios de diciembre nosotras, las gentes de IU, maldijimos más que nadie la bendita ley d'Hondt, cada uno de los dos diputados nos costaron casi medio millón de votos frente a los escasos sesenta mil que necesitó el PP para cada uno de los escaños que consiguió. Por otra parte Podemos, lejos de conseguir su asalto a los cielos, no pasó de 69 con la suma de las candidaturas de confluencia (en las que estaba IU), quedando por debajo del PSOE en 21 congresistas. De modo que, con las opciones que se le presentaron a la ciudadanía de este país en esas elecciones, se dibujó un tablero que complicaba mucho un pacto por la izquierda. Y claro, a partir de ese momento tanto IU como Podemos comenzaron a echar cuentas de lo que podía haber sido, y empezamos a entender que por no querer perder en la convergencia, perdimos todos.

Llevamos inmersos desde diciembre en una travesía por el desierto. Que si pacto, que si no, que si otros pactos, que si no. Y así hasta aquí, con un panorama en el que es casi seguro que vayamos a otras elecciones. Esta vez parece que con algunas lecciones aprendidas, ya se sabe, para algunos la letra con sangre entra.

Yo soy militante convencida de Izquierda Unida y no se me olvida que antes de la irrupción de Podemos, allá por el principio del 2014, se pintaba una intención de voto histórica para nuestra formación. Pero ya pasó el tiempo del debate sobre lo que nos faltó para recoger ese voto indignado, o si fue la alineación de fuerzas fácticas la que quiso que emergiera una nueva alternativa.

Sé que hay gente IU que no votará una candidatura conjunta, también soy consciente de que en Podemos pasará tres cuartas partes de lo mismo. Pero también hay personas que se alegrarán mucho de que por fin seamos aliados. En cualquier caso, si algo hemos aprendido en este último año es que los profetas están en la lista del paro, es difícil vaticinar si la suma de votos yendo juntos será aritmética o no.

Lo que está claro es que nos gusten más o menos, tenemos las cartas que tenemos, con ellas se tercia la partida, hay que jugar para intentar ganarla, y lo cierto es que, con las reglas del juego que están impuestas, juntos sumamos más. Amparo Pernichi, concejal de IU en el Ayuntamiento de Córdoba

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