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La competencia desleal en Montilla y la necesidad de regulación
Montilla, una ciudad con recursos turísticos increíbles donde la hostelería pierde valor en pro de eventos organizados por entidades sin ánimo de lucro, ha enfrentado adversidades que han golpeado a su sector hostelero: la pandemia mundial, conflictos geopolíticos y otros desafíos globales. Pero más allá de estos problemas externos, Montilla enfrenta un desafío interno y endémico que merece atención: la celebración constante de eventos por hermandades y asociaciones sin el debido control y supervisión.
Recientemente, se ha llevado a cabo un gran esfuerzo para posicionar a Montilla como un punto de referencia turístico, con la aspiración de que el PX sea declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Además, hay una interesante pretensión de establecer la primera escuela de hostelería de la provincia de Córdoba precisamente en Montilla. Sin embargo, resulta irónico y preocupante que, en una ciudad con aspiraciones tan elevadas en el ámbito turístico y hostelero, la hostelería local no sea respetada y enfrenta desafíos internos tan significativos.
Una de las razones de esta inacción por parte de la hostelería montillana radica en el miedo al conflicto y al rechazo por parte de la ciudadanía en general. Hay un temor palpable de enfrentarse a las consecuencias sociales y comerciales de oponerse a estos eventos no regulados. Sin embargo, lo que la mayoría de la población parece no darse cuenta, o quizás opta por ignorar, es el grave perjuicio que esta situación está ocasionando al tejido empresarial y económico de la ciudad.
Estos eventos, aunque a menudo arraigados en la tradición y con intenciones positivas, han comenzado a operar en un vacío regulatorio. La ausencia de inspecciones laborales, de sanidad y de regulaciones gubernamentales ha creado un ambiente en el que la competencia desleal florece, afectando directamente a los negocios locales que operan bajo las reglas establecidas.
Pero lo que es aún más preocupante es que muchos de estos eventos se han arraigado de tal manera que ya no se limitan a un solo día. Se extienden durante varios días, convirtiéndose en auténticas ferias itinerantes de hostelería. Lo que debería ser una manifestación sin ánimo de lucro, en honor a tradiciones y creencias, parece haberse transformado en un negocio hostelero en sí mismo. El principio del “sin ánimo de lucro” que debería primar en estas hermandades y asociaciones se ve eclipsado por la tentación de capitalizar la popularidad de estos eventos.
Cada fin de semana, mientras los restaurantes, bares y otros establecimientos de Montilla luchan por mantenerse a flote en un clima económico ya difícil, estos eventos no regulados capturan una parte significativa del mercado, operando sin las mismas restricciones y costos que enfrentan los negocios formales. Esta disparidad no sólo socava la economía local, sino que también plantea serias preocupaciones sobre la salud y seguridad de los participantes y asistentes.
La tradición y la cultura son esenciales para la identidad de Montilla. No obstante, es crucial que exista un equilibrio entre la celebración de estas tradiciones y la justicia económica para todos los negocios del pueblo. Las hermandades y asociaciones, que desempeñan un papel vital en la cohesión social y cultural de Montilla, deben ser aliadas en este esfuerzo y no adversarias.
Es imperativo que las autoridades locales intervengan y establezcan un marco regulatorio claro. Este marco debe garantizar que todos los eventos cumplan con las normas laborales, sanitarias y de seguridad, protegiendo así a los trabajadores, a los asistentes y a los negocios locales. Además, al garantizar un campo de juego nivelado, se fomentará una competencia justa, lo que, a su vez, incentivará la innovación y la excelencia en el sector hostelero.
En resumen, mientras Montilla navega por las aguas turbulentas de los desafíos globales y trabaja arduamente para consolidarse como un referente turístico y cultural, es vital no pasar por alto los problemas internos que amenazan su tejido económico y social. A través de la colaboración, la regulación y el respeto mutuo, la ciudad puede garantizar un futuro próspero y justo para todos sus habitantes.
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