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Los Toros

Juan José Fernández Palomo

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Para empezar: no soy animalista (aunque tenga, como todos, mi parte animal) y no soy antitaurino. Tampoco soy ecologista en el sentido militante de la cosa; pero respeto mi entorno medioambiental con rutinas diarias porque me gusta que mi familia, mis amigos, los hijos de mis amigos y yo mismo respiremos, bebamos y comamos bien. Soy incapaz de matar un animal, pero me como todo lo que haya muerto. Soy responsable: no voy a la shopping night.

Fui aficionado a los toros, si por aficionado se entiende pagar por una entrada de tendido de sol en las plazas de Los Cármenes, Las Ventas y Los Califas (ya hubiese yo querido ir a la Monumental de México); pero me fui aburriendo y ya no voy. Sin embargo me sigue gustando que haya corridas de toros. Quiero decir la corrida reglada que nace en la Ilustración, con sus obligaciones y su liturgia. En general, me gustan los ritos porque ordenan el caos dejando la posibilidad de cierto desorden. La perfección aburre.

Y disfruto mucho del halo que nos deja la “periferia” del hecho taurino: los grabados de la Suite Vollard, de Picasso, una foto en blanco y negro de Orson Welles fumándose un puro en barrera de sombra, Lupe Sino, el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, los colores del capote de Rafael de Paula, una crónica de Joaquín Vidal o aquel brindis de El Pana en la Monumental:

“Brindo por las damitas, damiselas, princesas, vagas, salinas, zurrapas, suripantas, vulpejas, las de tacón dorado y pico colorado, las putas, las buñis, pues mitigaron mi sed y saciaron mi hambre y me dieron protección y abrigo en sus pechos y en sus muslos, y acompañaron mi soledad. Que Dios las bendiga por haber amado tanto”.

Para terminar: aborrezco hasta decir basta la lamentable charcutería física, moral y conceptual llamada “becerrada homenaje a la mujer cordobesa”.

Porque en el ruedo hay niños (este año, niñas) que llevan un arma y no la saben usar; porque los becerros son puteados con torpeza e impericia interminables minutos hasta que al final un adulto tiene que apuntillarlos; porque en los tendidos se arremolina una chabacana turba, mayoritariamente de mujeres machistas, vociferante, adoptando el peor de los roles posibles si queremos de verdad construir una sociedad igualitaria; porque, para colmo, este año tenía carácter benéfico además de –como siempre- ser de entrada gratuita, lo cual es un contrasentido, una idiotez y ganas de que una asociación se visibilice de la peor de las maneras…

En definitiva; porque es una vergüenza para todos, sobre todo, para ustedes, mujeres cordobesas, de España y la humanidad.

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