Límite
El borde del abismo produce tanto vértigo como significa la osadía. El borde del abismo es una pierna aquí y otra casi ya allá. Por resumir, el abismo da susto.
Mi equipo ha ganado la liga y, unas horas después, veo en la tele pública la peli “Amor”, de Michael Haneke, y lo que sube, baja.
“Amor” es una de las mejores películas que he visto en mi vida.
Esto, como es natural, lo afirmo hoy pero no mañana. Pero me parece fantástico que la peli baje de mi euforia para ponerme en mi sitio. En nuestro sitio, en el sitio del cuidado. Hasta cierto punto. Hasta para lo que sirve una almohada.
Haneke es un director de cine que lleva sus historias hasta el límite. En el fondo y en la forma. Límite es una frontera poco definida; un malo fin de fiesta. Un problemilla moral.
Del límite apenas sabemos que es esdrújula y que suena bien. Poco más. Es como un final en minúsculas, por seguir el ritmo, un cabezazo en la pared. El límite, si apuras, se derrama después como en las pelis de Haneke: fuera de plano, donde está ese trasunto que llamamos “verdad”. Y, mientras, nosotros cerca del abismo, close to the edge, a punto de hostiarnos.
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