El cielo
Sería muy pretencioso sugerir a la muchachada que leyese el ensayo “Apocalípticos e integrados” que escribió Umberto Eco a mitad de los sesenta del siglo pasado. Sería pretencioso, incluso, conminarles a que simplemente leyesen. Porque leer, lo que se dice leer: leen.
Pensaba en esto cuando -a mi vez- leía sobre el caso de la avioneta-Antonov-paramotor-helicóptero-avemitológicametálica-oloquefueseeso- que sobrevuela la ciudad casi todos los días después de media noche.
También he pensado que nadie hubiera escuchado ese ruido misterioso si a esa hora estuvieran copulando con su pareja y escuchando el Partido de las 12 de la Cadena COPE escupido por el transistor de la mesita de noche (hay gente que puede hacer varias cosas a la vez). O que estuvieran con los auriculares puestos escuchando La Flauta Mágica descargada de Youtube. O bien, viendo la parte final de cualquier “debate” de patriotas desgañitados en 13Tv.
Sin embargo hay gente que, a esa hora, escucha el cielo. Y eso es bonito.
Lo que no me parece tan bonito es que a los simples que no escuchamos al cielo -que ya nos vale- nos quieran explicar sus conclusiones. Al parecer hay gente que sabe cosas. No es mi caso. No sé nada; por eso me hice un simulacro de periodista, una engañifa.
“El cielo no se toma por consenso; se toma por asalto” Le he escuchado a un joven algo mesiánico. No digo yo que no, que no lo sé. Tal vez sea una integración del Apocalipsis o una apocalíptica integración, no sé.
A partir de ahora miraré al cielo como aquellos que lo escudriñan esperanzados, como un sevillano, esperando un anticiclón o un milagro, Matalascañas o el encierro de la Virgen.
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