Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
20 years ago
Hace veinte años y un día yo vivía de alquiler –como siempre- en una casita muy mona, dúplex, chiquita en plena Judería de Córdoba, en la calle Averroes. Un amigo me decía que yo vivía en la calle Abbey Road, porque nos gustaba hacer chistes con los sonidos de los idiomas.
Aquel martes, 11 de septiembre, yo estaba de vacaciones, vacaciones tiesas, sin salir de casa, y me puse unos espaguetis carbonara a las tres de la tarde. Los carbonara llevan trozos de panceta, ajo y huevo batido. Desconfíen de esa mierda del bacon y la nata.
Y vi el telediario a las tres. Y en Manhattan eran las nueve. Y sucedió. Y yo, como todos, me quedé pillado viendo la tele. Me extrañó no ver a Bruce Willis en camiseta de tirantes resolviendo todo aquello. También me extrañó la llamada de mi hermano, que por aquel entonces regentaba un bar en el Parque Cruz Conde y había acabado su turno de servir comidas.
-“Estás viendo la tele, hermano”. Me dijo.
-“Claro”, le contesté.
-“Es alucinante”.
-“Vaya”.
-“Acaban de decir en la tele que son los tallarines, o algo así, los que han hecho esta burrada”.
-“Oh; pues yo acabo de zamparme unos espaguetis”.
-“Da igual. Tú sigue viendo la tele, que la cosa promete”.
El tiempo pasa inexorable y ahora pienso en Averroes y en su ímprobo trabajo para hacer coincidir la fe y la razón. Un trabajo duro.
Y ahora que los que se llaman “adalides de la democracia, la libertad, la paz” y todas esas palabras falaces abandonan veinte años después a las mujeres y hombres y niños y niñas de Afganistán me suena el tango en la cabeza: “que veinte años no es nada/qué febril la mirada”.
Y recuerdo también el 11 de Septiembre del 73 y el asalto a La Casa de la Moneda en Santiago de Chile y un presidente que se suicida.
Y las manos amputadas de Víctor Jara para que no tocase nunca más su guitarra, su arma.
Y claro que te recuerdo, Amanda.
“La Historia se parece a la morcilla de mi pueblo: está hecha de sangre y se repite”. Creo que lo dijo Ángel González. Da igual.
Yo lo suscribo.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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