Fin de curso
Quince sirenas y veinte lenguados raquíticos;
un niño salvaje en taparrabos y veintidós osos al borde de la lipotimia;
dieciocho mayorettes y dieciséis imitadoras de Xuxa;
unas ciento cincuenta preadolescentes en minifalda meneando la cadera alimentando su futura hernia discal;
otros tantos imberbes disfrazados de pandilleros frunciendo el ceño y rapeando a grito pelado;
pinchitos, tortilla y bocata de atún;
la cola de los tickets y el primo del que despacha saltándosela a la torera;
un muro de abuelos autómatas que por fin han aprendido a usar la cámara del smartphone;
la presidenta y el tesorero del AMPA tras el mostrador de la tómbola 'estafando' como mafiosos a preescolares empeñados en ganar la bicicleta;
la directora viviendo su momento estelar en forma de discurso para sordos;
un par de besos escondidos detrás del escenario;
un partido de fútbol entre las mesas;
sillas que sirven de escondite;
Y al fin, el Fin.
Todo un verano por delante, con suerte diez de ellos, para disfrutar de la libertad de la infancia. Ese tiempo en el que eres tú vestida de sirena, de lenguado, de osa, de rapera o de muñeca amarilla cantando por Teresa Rabal.
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